REFLEXIONES     
  Salvador Navarro Zamorano  

 

 

                                    

 

        

 

         LA vida es como un relámpago producido por el choque de dos nubes cargadas de electricidad. La duración de la luz son unos instantes para después quedar en tinieblas. A veces sólo percibimos el ruido majestuoso del trueno y después el silencio.

 

         Cuando miramos hacia nuestro pasado, el efecto que nos produce es como el de un relámpago, porque los años vividos parecen segundos y los sucesos acaecidos como simples aristas de una superficie plana.

 

         Decir que la vida es un proyecto espacial en el tiempo, no es más que esbozar una teoría que no llevamos a la realidad, porque si así fuera, podríamos comprobar que la verdad es exactamente el cumplimiento de esta ley cósmica.

 

         Proyectar significa crear una imagen en un espacio-tiempo para después desarrollarla desde la causa hasta el efecto, cumpliendo la idea del creador. Generalmente, el resultado que obtenemos suele ser muy parecido al del niño que hace aviones de papel y al lanzarlos al espacio caen en picado o apenas comienzan a volar, se desploman.

 

         Para un padre o para un maestro, el significado es igual, tanto en cantidad como en calidad; hijos o alumnos, o caen en picado o tienen el vuelo tan efímero, que nada más desplegar las alas, caen verticalmente en el vacío. Pero la Vida es incansable y está continuamente creando con la esperanza de que alguna vez las nubes, el relámpago y el rayo, tengan la continuidad que ella busca.

 

         Las nubes actúan como los dos polos  -negativo-positivo  - que crean la vida; el relámpago y el rayo son los dos efectos que producen las nubes en el tiempo: el primero crea una luz efímera y el segundo junto con la misma luz crea un efecto devastador quemando todo cuanto se encuentra a su paso. El hombre, o es rayo que destruye o luz fugaz de relámpago. Cuando consigue mantener esa luz en el tiempo, la humanidad avanza porque se comienza a ver el camino. Después que la luz cesa de alumbrar, los hombres giran en la oscuridad mirando hacia arriba  esperando . . . .  esperando . . . . . .

 

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         La independencia lleva aneja una pérdida de poder y tal vez esa sea la más fuerte lección de la existencia, en la que coexistimos con otras personas en distintos niveles de consciencia, donde atracciones y repulsiones están constantemente en lucha. Donde el control hipnótico es empleado por religiosos y políticos, por el país, por las personas que nos quieren, por los amigos y nuestros educadores. Donde la sugestión, bajo la forma de consejos amigables y una multitud de “críticos” persuaden e influencian nuestros sentimientos, creando el miedo y la duda. Aquello que, por naturaleza es independiente, se transforma en dependencia, especialmente de la autoridad y de figuras exteriores. En el momento que nos apartamos de nuestro Yo interno, de nuestra conciencia, renunciamos a nuestro poder y lo entregamos a otros.

 

 

 

 

 

 

 

         CONTARÉ una historia sobre un rey que dictó una ley obligando a todos los ciudadanos a asistir  diariamente a cinco oraciones en los templos de su reino. En aquella ciudad vivía un sabio ignorado por todos, porque vivía en soledad. El sabio recibió la orden como los demás, pero olvidó o no pensó más en ella y así no apareció en ningún lugar de oración. La policía fue a buscarlo y lo llevó al templo. El sabio fue de buena voluntad y se juntó con los demás fieles. Cuando el sacerdote comenzó a recitar las oraciones, el sabio se marchó. La policía fue tras él y lo llevó ante el juez. No solamente violaba la ley, sino que perturbaba a los demás ciudadanos. El sabio preguntó al juez si sabía lo que deseaba el sacerdote que dirigía el ritual y el juez respondió: “La religión enseña que los pensamientos de los fieles deben unificarse con el pensamiento del sacerdote en el momento de la oración”. “Pues eso fue lo que hice”, dijo el sabio. “El sacerdote pensaba en su casa, porque había olvidado las llaves. Y yo corrí hacia su casa para traerlas y entregárselas”. Por fin descubrieron lo que realmente había pasado. Este gran sabio podía leer lo que pasaba en la mente de los otros.

 

         Ser religioso o piadoso, no es precisamente ser espiritual. Eso es algo muy diferente de lo que llamamos un devoto.

 

         La cuestión es como proceder con nuestra vida interior. La vida se puede dividir en dos partes: una que abarca nuestras necesidades sociales, como el trabajo y la adquisición de bienes y servicios. La otra parte es la conclusión a que llegamos de que existe algo más allá de la vida humana. Saber que hay un elevado ideal, una felicidad mayor, un conocimiento más profundo de la vida y una paz mucho más intensa y eterna. Es admitir que existe otra vida. Al hablar de vida interior no me refiero a una vida religiosa, porque una persona puede ser mundana y religiosa a un tiempo.

 

         Espiritualmente, el camino es difícil, duro, porque no hay facilidades de locomoción. Es un viaje a pie, lo que cambia el carácter de todo. No hay equipamiento, y hemos de atravesar bosques como el del inconsciente, ríos de lava como el de las pasiones, montañas como las del orgullo. Es un camino lleno de dificultades.

 

         No hemos de llevar fardos innecesarios, como libros o filosofías. Hemos de renunciar a muchas cosas que nos han dicho son necesarias... Hacemos de nuestra vida, inconscientemente, una vida excesivamente pesada. Aunque exteriormente ella no parezca ser difícil, cuando comenzamos el camino interior nos damos cuenta de que no es así. Son pequeñas cosas que ni notaríamos en la vida cotidiana. Cada vez más nos acostumbramos a vivir confortablemente, cada vez menos tolerantes con los que nos rodean, cada vez más sensible a lo que no está de acuerdo con nosotros. Al revés de ser más fuertes, somos más dependientes cada día

 

         En la historia de los Maestros espirituales vemos que todos encontraron dificultades mucho mayores que la mayoría de los hombres. Tentaciones cada vez más fuertes; en cada paso son puestos a prueba. Nadie toma su trabajo tan responsablemente como ellos, lo que es natural. En general, no damos importancia a un niño cuando rompe un vaso, pero si fuera una criada le preguntaríamos por qué se ha roto y por qué no ha sido más cuidadosa. ¿Por qué? Porque el adulto es una persona más responsable. Esperamos de él una mayor responsabilidad. El hombre que anda por el camino de la espiritualidad es responsable por todo lo que hace, tanto respecto a sí mismo como a la vida que le rodea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         REFLEXIONANDO sobre los árboles, los animales y los hombres, cada cual a su manera, muestran una tendencia a la perfección. Las tendencias de la tierra es la de formar una montaña. Las olas del mar están siempre elevándose. La misma tendencia es la de los pájaros cuyo placer es volar y subir. La tendencia de muchos animales es la de colocarse de pie sobre sus patas traseras. El hombre, desde niño, muestra tendencia a estar de pie.

 

         Todo eso es deseo de perfección. La ciencia comprende a medias la ley de la gravedad. Cree que la tierra atrae todo lo que tiene forma. Es verdad. Pero el espíritu también atrae todo lo que le pertenece. Ese otro lado de la ley de gravitación siempre fue del conocimiento de los místicos. La ley de gravedad trabaja en los dos lados: del terrestre, atrayendo todo lo que pertenece a la tierra, del lado del espíritu, atrayendo el alma al espíritu. Luchan igualmente para alcanzar la perfección. En lo que se refiere a la cosas cotidianas, el hombre nunca está satisfecho con lo que tiene. Desea siempre más, una situación mejor, dinero, fama. Esa es la lucha de la humanidad.

 

         Es una prueba de que el corazón es como una taza mágica: por más cosas que deseemos, la taza se vuelve más honda y parece siempre estar vacía. La razón nunca está satisfecha y es que lucha inconscientemente por la perfección. Cada átomo del universo tiene la voluntad de esforzarse y luchar para ser perfecto.

 

         Esa es la naturaleza de los hombres y esa es la naturaleza de la Creación. Todo ha sido creado con ese fin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         LA cultura es fundamental en una sociedad pues le sirve para avanzar en sus niveles económicos, siendo la base del poder a través del cual se mueve en un plano global.

 

 

 

 

         SE cuenta una historia sobre un sabio que al comienzo de su vida fue un ladrón. Cierta vez, un hombre que viajaba por el desierto en una caravana, con una bolsa llena de dinero, quería confiarla a alguien, porque oyó decir que habían ladrones en las cercanías. Mirando a su alrededor vio a un hombre sentado con un aspecto diferente a los otros. Se acercó y le dijo: “¿Querría usted guardarme esta bolsa? Tengo miedo de ser robado y los ladrones puedan sustraerme la bolsa”. El hombre dijo simplemente: “Dame tu bolsa, te la guardaré”. Cuando el viajero regresó a la caravana supo que lo ladrones habían llegado y robado a todos sus compañeros de viaje. Dio gracias a Dios por haber entregado la bolsa a alguien para que se la guardase. Volvió a la casa de la persona a quien había entregado el dinero y allí, con sorpresa, encontró a los ladrones sentados repartiendo el dinero del robo y entre ellos al hombre a quien había entregado la bolsa. Comprendió que aquél hombre era el jefe de los ladrones y pensó: “¡Qué tonto fui! ¡Entregué mi dinero a un ladrón! ¿Quién puede ser más tonto que yo?” Empezaba a retroceder cuando el jefe lo vio y lo llamó: “¿A dónde vas?” “Vine a recoger mi bolsa”, contestó el viajante. Y le contestó el jefe de los ladrones: “Tú me entregaste la bolsa, ¿no fue así? Confiaste en mí. Aquí está, puedes tomarla”.

 

         Este acto de fidelidad impresionó a los ladrones de tal forma que siguieron el ejemplo del jefe y devolvieron el dinero robado. El significado de la confianza penetró en el fondo de los corazones de aquellos hombres. Es una prueba de que desconfiando de los demás tal vez podamos evitar una pequeña pérdida, pero la desconfianza plantada en nuestros corazones será una pérdida mucho mayor.

 

         No es una tontería confiar. Un sabio confía mucho más que un tonto. Confiar no es una debilidad, sino fortaleza. Quien confía, en poco es engañado. Quien desconfía de las personas, más pronto o más tarde no confiará ni en los amigos, ni en sí mismo. Y ese será el punto final.

 

         Podemos encontrar un Maestro espiritual, pero si no tenemos confianza en él, poco podrá hacer por nosotros. Si encontramos un Maestro que no sea digno de confianza, el perjuicio será menor que la pérdida de un verdadero Maestro. Todo progreso espiritual bajo la orientación de un Maestro, depende de la amplitud de nuestra confianza en su orientación. Sin esa confianza, todas las enseñanzas y prácticas de las leyes ocultas nada representarán.

 

 

 

         LA indiferencia se puede dividir en cuatro clases: la auto-indiferencia, cuando la persona dice: “No importa lo que otros puedan decir, no estoy interesado en mi persona, tengo otras cosas en que pensar”.

 

         La segunda forma es la indiferencia en relación a una persona o grupo de personas. Es cuando no nos importa si alguien vive o muere, no me molesta lo que pueda ocurrirle. Poco importa si nos aman o nos odian. Nos es indiferente si son felices o desgraciados.

 

         La tercera forma de la indiferencia es cuando alguien dice: “¡Qué me importa si soy rico o pobre, si mi nivel de vida es alto o bajo, si represento algo en el mundo: todo eso me es indiferente”!

 

         Finalmente, llega el hombre que toma la cuarta forma de la indiferencia: es aquél que dice: “¡Qué importa si rezo o dejo de hacerlo, qué importa si hago bien o mal! Eso para mi tiene poca importancia. Esa es la cuarta especie de indiferencia.

 

         Todas las personas con que nos encontramos en la vida cotidiana usan  la indiferencia. Una de las cuatro indiferencias mencionadas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         LOS intereses pueden ser descritos en cuatro especies. La primera especie es el interés por uno mismo. Si alguien no está interesado en nadie o en cosa alguna, ciertamente está interesado en sí mismo. Nadie deja de tenerse algo de amor. Cuando la persona se vanagloria diciendo que no ama, podemos estar seguro de que se ama a sí mismo.

 

         La segunda especie de interés es para con los demás. Ese interés tiene características diferentes, porque se basa principalmente en el sacrificio.

 

         La tercera es el interés por la ciencia, el arte, o en obtener objetivos materiales, dinero o bienes. Ese interés nada tiene que ver con las personas; es un interés que está en razón de obtener algo, pero que necesita de algo parecido al sacrificio.

 

         La cuarta es el interés por las cosas espirituales, que lleva al individuo nuevamente al interés por sí mismo. El interés por la propia persona es un egoísmo inferior, el interés por la propia espiritualidad es un egoísmo superior.

 

         Es preferible el interés a la indiferencia. No debemos pensar que es un error tener interés por las cosas materiales, aunque, en principio, es realmente mucho mejor no interesarse por las cosas de este mundo.

 

         Cierta vez me divertía en una ciudad en fiestas. Entré en un pequeño comercio para comprar un regalo. El propietario estaba sentado, en un sillón, lejos del mostrador, fumando una pipa pausadamente. Le pregunté si tenía el objeto que me interesaba. El se lo pensó durante un minuto y me respondió: “Me parece que no tengo”. Ni se movió. Permaneció cómodamente sentado. Lo saludé e interiormente le agradecí su indiferencia.

 

         La indiferencia es correcta y se justifica cuando estamos sentados en meditación o en silencio, pero si tenemos un negocio es preciso colocar en él todo nuestro interés, aunque haya personas que piensen que la indiferencia es una filosofía de la vida.

 

 

 

 

 

 

         REFLEXIONEMOS un poco sobre el miedo. Es una extraña sensación, que tiene una preponderancia sobre nuestras acciones. ¿Cuántas veces actuamos bajo su impulso? ¿Cuántos actos que no desearíamos haber cometido, fueron hechos bajo esa condición mental? ¿Cómo puede tan extraño sentimiento ser a veces casi incontrolable? ¿Por qué está siempre presente en nuestra vida?

 

         Sabemos que el dolor, tanto físico como mental, es un aviso, una alerta, de que algo anda mal. De forma parecida el miedo actúa como un protector, aunque la analogía no es perfecta en ambos casos. Reflexionemos.

 

         Al principio de su aparición en la tierra y debido al instinto de sobrevivencia, el hombre se enfrentó a enemigos desconocidos y a condiciones físicas que atentaban contra su existencia. Así se creó un espíritu de protección para que pudiese seguir con vida, incorporando a su consciencia un arraigado sentimiento, venido de las profundidades del alma y consignado en su cuerpo material a través de partículas que se transmitieron hereditariamente a través de sus genes. Fue la propia alma que impregnó el cuerpo físico con ese elemento protector que está sujeto por leyes naturales a la transmisión de padres a hijos.

 

         Para que el hombre realizara aquello para lo que fue creado, fue necesario  precaverse contra los elementos adversos de la naturaleza. Así, durante la noche tenía que cuidarse de las fieras. Como no veía en la oscuridad, la noche era la desconocida. Así surgió el miedo a las tinieblas; en la oscuridad puede pasar cualquier cosa; el miedo es una defensa, una incógnita.

 

         La oscuridad engendra un temor vago, indefinido, constante, que no sabemos explicar. Cuando alguien duerme el último sentido que desaparece es el de la audición, el cual nunca se va completamente, bastando a veces cualquier ruido no usual para despertar con sobresalto. Es que el sentido de la audición era la protección nocturna del hombre primitivo contra cualquier peligro y la garantía en cierta forma de la preservación de su vida.

 

         Las demás formas naturales del miedo, como caer en un precipicio, o el ruido de un trueno, o cualquier otra manifestación de la naturaleza, tiene el mismo sentido: el de protección. Por eso el miedo pone al hombre en una actitud de lucha, volviéndolo agresivo o cauteloso.

 

         Pero ha ocurrido algo con el miedo: de benéfico pasó a ser nocivo, cuando ya no fue necesario para la continuidad de la especie. Pasó a predominar el miedo a su semejante. Vio que la impureza que había en su corazón también residía en el corazón de los otros y entonces pasó a temerlos. Justificado o no, el recelo generó la desconfianza, y el temor generó más temor.

 

         Una de las consecuencias naturales de la evolución espiritual es la pérdida progresiva del miedo. Y cuando se va entendiendo que la consciencia personal es una con la consciencia universal, que nada es por nada, que lo Divino está presente en todo, nos liberamos de la angustia y el temor, progresando en sabiduría, amor y justicia.

 

         Cuando estudiamos la historia de la humanidad comprobamos que los grandes acontecimientos fueron debidos a la audacia con la cual se vencieron los miedos y se efectuaron las grandes transformaciones sociales. Por eso sabemos que hay un poder divino dentro de cada uno, que debe ser utilizado desde más allá del miedo.

 

         No hay garantías en este mundo. Nadie está libre de cambios, ni del dolor. La vida es un riesgo, pero no hay nada que perder, ni aún la propia existencia. No estamos solos en este camino, porque el espíritu permanece para siempre. Con fe, voluntad y coraje, la vida nos favorece siempre, porque esas son las virtudes de los fuertes. No hay miedo si se trabaja para el amor y el bien, porque todos los poderes son utilizados para nuestra propia felicidad y la de la humanidad.

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         NO es del amor universal sobre lo que que voy a reflexionar, sino del amor entre un hombre y una mujer. Es tan misterioso, tan inspirador, tan sublime,  sigue siendo tan mal comprendido por muchas parejas, que sin duda es la causa del desengaño  y la infelicidad. Voy a contar una historia.

 

         Había un pueblo en la antigüedad, dividido en tribus, con un conocimiento desigual entre ellas. Pero tenía algunas personas evolucionadas entre sus jefes.. No poseían conocimientos de botánica, ni de biología, pero sí experiencias en armonizarse con el universo de las cosas y captar algunas verdades. Y así escribieron la historia de Adán y Eva. Evidentemente, estos dos seres eran imaginarios, pero la historia era una profunda alegoría. Decían que Dios había hecho caer sobre Adán un sueño profundo y de una de sus costillas formó a una mujer. Eso quería decir el narrador, en su significado profundo, que cuando el ser humano apareció sobre la tierra era bisexual. Por motivos que no vienen ahora al caso, las dos partes, masculina y femenina, fueron separadas. Pues bien, toda la actividad humana con sus luchas, trabajos y sufrimientos; todos los dramas, romances, intrigas; todas las ansias y aspiraciones, no representan más que la eterna búsqueda de una de las partes por su otra mitad. Y cuando la encuentra nace ese misterioso y divino sentimiento al que llamamos amor. Esa es una ley.

 

         Desgraciadamente, en la práctica, la inmensa mayoría de las parejas viven en una relación equivocada, basada en la falsedad. Son uniones transitorias. Aquellas que viven con su pareja real, saben de qué estoy hablando.

 

         Así vemos que los niños ya son educados erróneamente, con la creencia inculcada de que, cuando sean mayores, han de casarse para constituir una familia, y que a partir de una edad pueden salir de casa, ir a fiestas, bailar, hacer reuniones, tener muchas amistades, para terminar escogiendo a una pareja.

 

         Nadie o casi nadie recibe la enseñanza de que el amor no se busca, sino que se encuentra, y que buscar el amor como se busca una medicina para una enfermedad, es un desacierto. Para encontrar amor hay que ser digno de él. Nadie enseña que el amor se da sin querer nada a cambio; que es la única cosa que cuanto más se da, más se tiene para seguir dando. Nadie enseña que hay que prepararse para recibir al amor

 

        

         El pueblo ha percibido esto cuando afirma que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. El hombre es como un ejército, ella es como una fortaleza. Nadie es superior al otro, pero son diferentes y se complementan. Toda la vida sobre la Tierra es de naturaleza dual, condición para que la existencia se manifieste. Este es el orden perfecto, cuyo verdadero sentido fue determinado en la Creación. Una pareja es la manifestación perfecta de las leyes naturales y el hombre sabrá que no se casa para tener un hogar, que no se casa para tener compañía, ni se casa para tener seguridad, ni se casa por obligación, ni para tener hijos, ni por cosa alguna que no sea por amor. Solamente de esta forma la unión de un hombre y una mujer será perfecta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         CONTARÉÉéÉE una historia sobre un rey que dictó una ley obligando a todos los ciudadanos a asistir  diariamente a cinco oraciones en los templos de su reino. En aquella ciudad vivía un sabio ignorado por todos, porque vivía en soledad. El sabio recibió la orden como los demás, pero olvidó o no pensó más en ella y así no apareció en ningún lugar de oración. La policía fue a buscarlo y lo llevó al templo. El sabio fue de buena voluntad y se juntó con los demás fieles. Cuando el sacerdote comenzó a recitar las oraciones, el sabio se marchó. La policía fue tras él y lo llevó ante el juez. No solamente violaba la ley, sino que perturbaba a los demás ciudadanos. El sabio preguntó al juez si sabía lo que deseaba el sacerdote que dirigía el ritual y el juez respondió: “La religión enseña que los pensamientos de los fieles deben unificarse con el pensamiento del sacerdote en el momento de la oración”. “Pues eso fue lo que hice”, dijo el sabio. “El sacerdote pensaba en su casa, porque había olvidado las llaves. Y yo corrí hacia su casa para traerlas y entregárselas”. Por fin descubrieron lo que realmente había pasado. Este gran sabio podía leer lo que pasaba en la mente de los otros.

 

         Ser religioso o piadoso, no es precisamente ser espiritual. Eso es algo muy diferente de lo que llamamos un devoto.

 

         La cuestión es como proceder con nuestra vida interior. La vida se puede dividir en dos partes: una que abarca nuestras necesidades sociales, como el trabajo y la adquisición de bienes y servicios. La otra parte es la conclusión a que llegamos de que existe algo más allá de la vida humana. Saber que hay un elevado ideal, una felicidad mayor, un conocimiento más profundo de la vida y una paz mucho más intensa y eterna. Es admitir que existe otra vida. Al hablar de vida interior no me refiero a una vida religiosa, porque una persona puede ser mundana y religiosa a un tiempo.

 

         Espiritualmente, el camino es difícil, duro, porque no hay facilidades de locomoción. Es un viaje a pie, lo que cambia el carácter de todo. No hay equipamiento, y hemos de atravesar bosques como el del inconsciente, ríos de lava como el de las pasiones, montañas como las del orgullo. Es un camino lleno de dificultades.

 

         No hemos de llevar fardos innecesarios, como libros o filosofías. Hemos de renunciar a muchas cosas que nos han dicho son necesarias... Hacemos de nuestra vida, inconscientemente, una vida excesivamente pesada. Aunque exteriormente ella no parezca ser difícil, cuando comenzamos el camino interior nos damos cuenta de que no es así. Son pequeñas cosas que ni notaríamos en la vida cotidiana. Cada vez más nos acostumbramos a vivir confortablemente, cada vez menos tolerantes con los que nos rodean, cada vez más sensible a lo que no está de acuerdo con nosotros. Al revés de ser más fuertes, somos más dependientes cada día

 

         En la historia de los Maestros espirituales vemos que todos encontraron dificultades mucho mayores que la mayoría de los hombres. Tentaciones cada vez más fuertes; en cada paso son puestos a prueba. Nadie toma su trabajo tan responsablemente como ellos, lo que es natural. En general, no damos importancia a un niño cuando rompe un vaso, pero si fuera una criada le preguntaríamos por qué se ha roto y por qué no ha sido más cuidadosa. ¿Por qué? Porque el adulto es una persona más responsable. Esperamos de él una mayor responsabilidad. El hombre que anda por el camino de la espiritualidad es responsable por todo lo que hace, tanto respecto a sí mismo como a la vida que le rodea.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         REFLEXIONANDO sobre los árboles, los animales y los hombres, cada cual a su manera, muestran una tendencia a la perfección. Las tendencias de la tierra es la de formar una montaña. Las olas del mar están siempre elevándose. La misma tendencia es la de los pájaros cuyo placer es volar y subir. La tendencia de muchos animales es la de colocarse de pie sobre sus patas traseras. El hombre, desde niño, muestra tendencia a estar de pie.

 

         Todo eso es deseo de perfección. La ciencia comprende a medias la ley de la gravedad. Cree que la tierra atrae todo lo que tiene forma. Es verdad. Pero el espíritu también atrae todo lo que le pertenece. Ese otro lado de la ley de gravitación siempre fue del conocimiento de los místicos. La ley de gravedad trabaja en los dos lados: del terrestre, atrayendo todo lo que pertenece a la tierra, del lado del espíritu, atrayendo el alma al espíritu. Luchan igualmente para alcanzar la perfección. En lo que se refiere a la cosas cotidianas, el hombre nunca está satisfecho con lo que tiene. Desea siempre más, una situación mejor, dinero, fama. Esa es la lucha de la humanidad.

 

         Es una prueba de que el corazón es como una taza mágica: por más cosas que deseemos, la taza se vuelve más honda y parece siempre estar vacía. La razón nunca está satisfecha y es que lucha inconscientemente por la perfección. Cada átomo del universo tiene la voluntad de esforzarse y luchar para ser perfecto.

 

         Esa es la naturaleza de los hombres y esa es la naturaleza de la Creación. Todo ha sido creado con ese fin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         ATMA en sánscrito quiere decir Alma, y también felicidad. La felicidad no pertenece al alma, sino que el alma es la felicidad. Como es natural muchos se confunden entre los conceptos de felicidad y placer. El placer es una ilusión, una sombra de la felicidad. Podemos llevar la vida entera viviendo con una ilusión, pero nunca encontraremos la satisfacción. Dicen que el hombre busca el placer y encuentra el dolor. Exteriormente el placer se parece a la felicidad. El placer promete felicidad por ser la sombra de ella, pero así como la sombra de una persona no es ella misma, aunque represente su forma, también el placer representa la felicidad, pero no lo es en realidad.

 

         En apoyo de esta idea notemos que raramente encontramos almas que sepan lo que es felicidad. Esa es la naturaleza de la vida en el mundo material. Tan engañosa, que si el hombre se apartara millares de veces del placer, aún así seguiría recorriendo el mismo camino, porque no conoce otro. Cuanto más estudiamos la vida más descubrimos lo raro que es encontrar un alma que diga honestamente: “Yo soy feliz”. Si preguntamos a una persona por qué se siente infeliz dirá que no ha conseguido tener lo que deseaba, que carece de poder, de propiedades o de posición social. Tal vez esa persona haya deseado riquezas y no comprendió que tenerlas no proporciona tanta satisfacción como piensa. Tal vez diga que tiene enemigos o que las personas que ama ya no la quieren. Hay millares de disculpas para la infelicidad creadas por la mente y que influyen en nuestro raciocinio.

 

         Si poseyéramos todo lo que deseamos, ¿seríamos felices? No. Aún así, tendríamos otras causas para seguir estando insatisfechos. Todas las disculpas no pasan de ser velos que cubren nuestros ojos. Quien realmente es feliz, lo es en cualquier lugar, porque descubrió la fuente de la felicidad que está situada en el corazón.

 

         La infelicidad crea la avaricia. El ansia de poseer se hace mayor. Si todos le dieran simpatías, aún así no sería feliz. Ni el amor le podrá ayudar, porque busca la felicidad donde ella no está.

 

         La felicidad es una cosa que no se puede comprar ni vender; no puede ser dada a quien no la tiene. Felicidad es el propio ser del hombre, es su propio Yo, es la alquimia de la luz que como piedra filosofal lo transforma todo en oro, que tiene el color de la luz.

 

 

 

         PARA calmar la mente es necesario un método especial, de la misma forma que un profesor de canto enseña al futuro cantante a emitir su voz.

 

         Este secreto puede ser aprendido a través de la respiración. Sabemos que la respiración es la esencia de la vida, el centro. La mente puede ser controlada por el conocimiento del método apropiado.  La ciencia de la respiración es el mayor misterio que haya existido y durante millares de años ha sido mantenido como una ciencia sagrada en la escuelas místicas.

 

         Cuando la mente está en perfectas condiciones y bajo control, se pierde la inquietud. Podemos mantener un pensamiento voluntariamente y por el tiempo que se quiera. Es el principio del fenómeno. Muchos abusan de este privilegio y disipan así el poder obtenido, destruyendo la plata antes de que se transforme en oro. La plata debe ser derretida con el calor, la esencia divina en el corazón del hombre, esto es, el elemento amor, que brota como tolerancia, simpatía, servicio, humildad, altruismo. Todas las virtudes vienen del elemento amor. Y cuando ese fuego está incandescente en el corazón del hombre, sus acciones, su voz, lo demuestran. Entonces el hombre está lleno de vida y su corazón es una corriente divina.

 

         Después que el corazón está en las llamas del amor, el paso siguiente es algo misterioso, y  se llama conocimiento. La falta de ese conocimiento es lo que impide al hombre lanzar su luz sobre las cosas de la vida. Con ese conocimiento las cosas se vuelven claras. Cada hoja de un árbol se transforma en la página de un libro sagrado abierto. Cuando la semilla de la hierba del amor es sembrada en el corazón del hombre que está ardiendo de amor por sus semejantes, el corazón se transforma en un corazón de oro. Ese corazón expresa lo que Dios expresaría. El hombre no ve a Dios, pero ve a Dios en los otros hombres. Cuando eso sucede, todo lo que viene de ese hombre viene de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         SI quisiéramos definir la realización espiritual, podemos decir que ella está en el estudio de la naturaleza humana.

 

         Hay cinco cosas que el hombre ansía: Vivir, tener poder, adquirir conocimientos, ser feliz y tener paz. El apetito constante que viene de la parte más profunda del ser humano es un ansia de obtener estas cinco cosas.

 

         Para satisfacer el deseo de vivir el hombre come, bebe y se protege de los peligros. Pero el apetito nunca se sacia plenamente, pero si pudiera escapar de todos los peligros nunca escaparía del último, el que llama la muerte.

 

         Para obtener poder, el hombre hace lo posible para tener fuerza física, influencia, posición social . . . . . Procura todas las formas del poder.

        

         Sigue el deseo de conocimientos. Eso le lleva a estudiar, pero aunque estudiara todos los libros del mundo, siempre habría en su mente una pregunta: “¿Por qué?” Y nunca tendrá una respuesta por los libros. En primer lugar, porque la naturaleza es tan profunda que la vida limitada del hombre no es suficientemente larga para investigar tanto. Podemos decir que hay personas más cultas que otras, pero nadie alcanza el verdadero saber por el estudio exterior de la vida.

 

         El cuarto tipo de apetito es la felicidad. El hombre intenta satisfacerlo con placeres, olvidando que ninguno da la felicidad que el alma desea realmente. Las tentativas del hombre en esa dirección son inútiles. Al final encuentra que cada esfuerzo le trae una gran pérdida y ningún beneficio. Además, lo que no es verdadero en su contenido, nunca es satisfactorio.

 

         El quinto apetito es la paz. Para encontrarla el hombre se aparta del ambiente que le molesta, huye de las personas, prefiere reposar, pero el que aún no está preparado para la paz, no la encontrará en ningún lugar del mundo.

 

         Esos cinco apetitos son los más profundos del hombre.

 

 

 

 

 

 

 

      

                            La Tierra gira y nunca se detiene.

                            Al día sigue la noche, y a la noche sigue el día.

                            Las ondas del mar no cesan de bañar las arenas.                 

                            El viento viene ..... y el viento se va.

                            La lluvia cae regando la tierra, sin pedir nada

                            y el Sol las seca, completando su trabajo.

                            Los ríos corren hacia el mar.

                            Lo que se arroja hacia arriba, ha de caer.

                            Lo que viene del Principio .... a Él retorna.

                            ¿Quién ha creado la vida en el Caos?

                            ¿Quién puso orden en este Universo?

                            ¿Quién hizo los ojos para ver el brillo de las estrellas?

                            ¿Quién hizo que la Luna acompañara a la Tierra?

                            ¿Quién puso amor en el corazón de los hombres?

                            ¿Quién hizo que las aves volaran hacia el cielo?

                            ¿Para qué crecen las plantas?

                            ¿Quién hizo que el gallo anunciara el amanecer?

                            Todas las cosas son maravillosas.

                            Porque en ellas hay un Poder.

                            Y todas las cosas vuelven a Ti,

                            porque en ellas hay puesta una Voluntad.

                            Da calor a nuestros corazones

                            y reposaremos en Ti, Señor.

 

 

                                                  _

 

 

 

                  

 

 

 

 

 

 

 

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                  Mi nombre es nadie.

 

                  Yo no he nacido.

 

                  No tuve principio.

 

 

        

                  Mi nombre es nadie.

 

                  He venido del Vacío.

 

                  Yo soy Yo.

 

 

 

                  Yo soy el Principio.

 

                  Yo soy el Fin.

 

                  No tuve principio

 

                  ni tendré fin.

 

 

 

                  No soy nada.

 

                  Yo soy el Todo.

 

                  Mi nombre es nadie.

 

                  Pero Yo existo.

 

             

 

 

LA LIBERTAD es un deseo innato dentro de cada individuo.

 

         A través de los tiempos, muchas teorías han surgido sobre el curso de la vida. Dentro de ellas, dos tienen un significado principal: el fatalismo y el libre albedrío. Según la primera, de nada sirve al ser humano esforzarse en luchar por nada o trabajar para un objetivo, pues el destino ha sido trazado para cada persona, siendo inútil cualquier esfuerzo. Esa es la doctrina de la pasividad.

 

         Según la teoría del libre albedrío, el ser humano tendría la capacidad de decisión, siendo libre de escoger su destino, porque no hay nada inmutable, sino que todo puede ser relativo. Esta es la teoría de la actividad.

 

         No es necesario pensar mucho para observar que esta última hipótesis tropieza en dos escollos: las circunstancias y el derecho de los otros. De nada vale decidir ser un hombre de negocios con éxito, si fallecemos en la juventud, y de nada sirve afirmar que deseamos ser un gran intelectual si tenemos una deficiencia cerebral que no nos permitiría salvar cualquier examen. Vemos que hay limitaciones, y ambas hipótesis tienen sus fallos.

 

         Pero ellas se complementan y representan conjuntamente una verdad. Hay dos caminos a elegir. Uno es el de la verdad, la justicia y el bien. El otro, es el de falsedad, la mentira, el mal y el error. Por tanto, no somos tan libres como pensamos y el final de todo es recorrer la senda de la verdad para retornar finalmente al lugar de donde vinimos. No es que todo sea relativo; hay un punto de referencia, fijo: el espíritu.

 

         ¿No se produce un vacío cuando dejamos de amar? ¿Si odiamos, no sufrimos nuestro castigo en la soledad que creamos?

 

         Todo es ilusión pero el espíritu es eterno. Quien no construye su casa en este mundo, podrá no ser notado, podrá no tener honores ni glorias, ni fama, podrá no poseer nada, pero es libre. Ese hombre es verdaderamente libre y esa es la verdadera libertad.

 

 

 

 

 

         EXISTE la suposición de que se puede escoger a los amigos y de que es posible tener tantos como se desea.

 

         No tiene sentido confundir compañero, colega, con amigo. Podemos tener cientos de compañeros y dentro de ellos uno o dos amigos. Es enteramente falso el que se pueda escoger a un amigo. En verdad, estamos destinados unos a otros, como los planetas destinados a girar alrededor del Sol. Las almas tienen sus propios caminos que no son conocidos por la razón y, cuando se siente atracción o simpatía al conocer a una determinada persona, en verdad son las almas quienes se reconocen, y son ellas las que escogen, por un motivo que no conozco. Pero hemos de confiar en la voz interior y seguir sus consejos y sabremos, sin la menor sombra de duda, quién es el amigo.

 

         Resulta inútil querer ser amigo de personas con las que no tenemos afinidad alguna. En tales casos, por más que nos esforcemos, todo no pasará de educación, urbanidad y respeto. Hemos de tratar a todos con amor, pero en la verdadera amistad hay algo más que eso. Ya se dice que un amigo es una bendición del cielo y eso es absolutamente verdadero.

 

         En los amigos hay respeto, honestidad y sinceridad. Los acontecimientos suceden, todo se transforma, el ambiente, las ideas, los lugares, pero al cabo de un tiempo verificamos que la verdadera amistad permanece firme como una roca.

 

         Pero tengamos cuidado de no depositar en ellos esperanzas, porque ésta es una forma de idolatría y quedaremos atados a posibles decepciones. Los amigos deben ser amados, pero nunca adorados o idolatrados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         ATESORAR dinero no es un mal en sí, sino el amor que sintamos por él, lo que es muy diferente. Las pruebas que pasamos en esta vida de nada sirven si no sacamos experiencias de ellas. La falta de dinero o de otros bienes materiales impide muchas veces auxiliar a quien lo necesita, o de realizar alguna obra importante. Pero esto no significa que los que no tienen dinero no puedan hacer cosas altruístas o de practicar el bien. La importancia de los actos y la práctica del bien nada tiene que ver con los valores materiales. Pero la verdad es que el dinero facilita muchas cosas, y no hay mérito en ser pobre, a no ser que eso nos lleve a una elevación de consciencia.

 

         Ocurre que, fácilmente, los hombres se dejan corromper por las riquezas. Los corazones se endurecen. Dejan de pensar y de preocuparse por sus semejantes, ocupándose sólo de su confort. Pero lo peor es hacer de las riquezas la finalidad de la vida. Esto es una forma de idolatría. Quien así procede está cambiando lo infinito por lo finito, sujetándose al error, al sufrimiento y a las frustraciones de la vida.

 

         La sinceridad, honestidad y capacidad de evolución son las pruebas que deben formar parte de los criterios de selección de los hombres, porque siempre han sido los espíritus evolucionados los que han impedido que nos hundiéramos en los abismos de la mentira. Este es un mundo de evolución, con sus campos de pruebas.

 

         Cuando vivamos con amor y descubramos que cada uno es guardián de sí mismo y de su semejante, entonces la pobreza y la miseria desaparecerán . Y si tuviera que resumir toda esta reflexión con respecto a la riqueza, sólo diría: “Es lícito poseer bienes materiales, pero no colocarlos en nuestros corazones”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         NOTEMOS que cuando un hombre tiene un pequeño grado de conocimiento cree que lo sabe todo y quiere mostrar lo que sabe, mientras que hay otros pocos que han aprendido mucho más, pero descubren que realmente son aún más ignorantes, y que hay más que aprender.

 

         Dos cosas a reflexionar: el tonto y el sabio. El tonto está siempre preparado para enseñar sin pensar, dispuesto a corregir, a juzgar, para formar una opinión sobre cualquier otro. El sabio es quien duda en formar una opinión sobre las personas, juzgarlas o corregirlas. ¿Cuál es el significado? Significa que cualquier cosa que el hombre posea en pequeñas dosis, piensa que la tiene en un alto grado. Sólo cuando llega la sabiduría comienza a sentir la necesidad de perfeccionarse.

 

         Un rey quiso satisfacer el deseo de un sabio, que era llenar un cuenco con monedas de oro. El rey pensó que eso era fácil. Al ir llenando el cuenco, se dio cuenta de que era una copa mágica, porque nunca se llenaba. El rey quedó muy deprimido al ver que la copa no podía llenarse. El sabio le dijo: “Majestad, si no puedes llenar mi copa, sólo basta que me lo digas y yo me la llevaré. Me iré y pensaré que no has mantenido tu palabra”. El rey con sus buenas intenciones, con su generosidad, le preguntó al sabio: “Dime cuál es el secreto de ese cuenco. No me parece una copa cualquiera. En ella hay algo mágico. Cuéntame el secreto”. Respondió el sabio: “ Majestad, lo que has dicho es verdad, es una copa mágica. Representa la copa de todos los corazones. Es el corazón del hombre que nunca se contenta. Llena el corazón del hombre con todo lo que existe: riquezas, honores, amor, conocimiento y nunca quedará lleno, porque no es para ser llenado. El hombre, no conociendo ese secreto de la vida, sale a buscar todos los objetos en una búsqueda incesante. Cuanto más obtiene, mas quiere. La copa de su deseo nunca se llena”.

 

 

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EL secreto del Universo está en la dualidad. Dos fuerzas están en acción en todos los aspectos de la naturaleza. Esa función equilibra la vida. Del mismo modo, en el camino de la consecución o de la realización, no es suficiente el poder que se manifiesta como entusiasmo; es necesario un conocimiento y una capacidad de trabajo. Frecuentemente vemos a personas fracasar a pesar de su entusiasmo y su voluntad. Es que ellas, con el poder que poseen, empujan las rocas con su fuerza de voluntad, quebrándolas, cuando la piedra realmente debería quedar intacta y no partida en pedazos. El poder es necesario, pero si no hay conocimiento, el poder es inoperante.

 

         Al hablar de poder, me refiero al poder en todos sus aspectos, todo el poder exterior y el de la mente, llamado poder de la voluntad. Muchos fracasarán por falta de conocimiento, pero la falta de poder también nos lleva al fracaso.

 

         Si un objeto es empujado por los dos lados, tanto por el poder como por el conocimiento, tampoco habrá éxito. El secreto está en la cooperación de los dos.

 

         No es absolutamente egoísmo o avaricia desear el éxito en la vida. Muchas veces para alcanzarlo el hombre cierra los ojos y no ve lo que está frente a sí. Se estanca. Quedar parado es igual que estar muerto. El comercio, la profesión, el arte, la religión, la filosofía, nos llevan a la misma meta. Hay personas que parecen no han llegado nunca a su destino. La cosa más difícil de la vida es poseer poder y conocimiento para tener una visión clara de las cosas, y la mejor manera es mantener el equilibrio entre ambos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         HAY una historia hebrea: Cierta vez Moisés iba andando por la orilla de un río y oyó a un niño que pastoreaba unas ovejas, hablando solo. Moisés sintió interés y se detuvo a escuchar. El niño decía: “ ¡ Oh Dios, he oído hablar tanto de Ti, eres tan bello, tan bondadoso, que si Tú vinieses a mi Te cubriría con mi manto para guardarte del frío de la noche. Te protegería de las fieras y Te bañaría en este río y Te traería todas las cosas buenas, leche pura, pan blanco. No permitiría que nadie te mirase y estaría todo el tiempo Contigo. Si al menos Te pudiese ver, Te daría todo lo que tengo ”. Moisés se acercó y le dijo al joven: “¿Qué estás diciendo?”. El niño se puso a temblar y le preguntó: “¿He dicho algo que esté mal?” Y Moisés le respondió: “Piensas en proteger y dar pan a Dios el Protector de todos los seres. Él da pan a todo el Universo. Dices que lo bañarías en el río, ¿ Él que es más puro que todas las cosas puras? Dices que lo guardarías. ¿A Él que guarda a todos los seres?” El niño seguía temblando y pensó: “He hecho una cosa horrible”. Se sintió perdido. Cuando Moisés se distanció, escuchó una voz que le decía: “Moisés, ¿qué has hecho?  Te he enviado para que Me trajeras amigos y ahora tú me has quitado uno. No importa lo que él piensa de Mi. Debías haber dejado que pensase de manera que entendiese. No tenías que haber interferido”.

 

         Cada uno tiene su propia manera de imaginar a Dios y es mejor dejarlo con su imaginación.

 

         En nuestra vida cotidiana podemos odiar a una persona y mientras, esa persona puede ser amada por otra. Podemos criticar a alguien, mientras que ese alguien es elogiado por otros. Si así es, la concepción de cada uno es diferente. El Dios que conocemos o podemos conocer, nada más es un Dios de nuestra concepción, una imagen para nuestro uso.

 

         No tenemos que culpar a los antiguos griegos, romanos, hindúes o chinos, por haber creído en muchos dioses. Los dioses de ellos eran un número pequeño, porque en realidad cada persona individualmente posee su propio Dios. Además, todas las diferentes concepciones de Dios no son más que coberturas de Dios Único. Al final se trata del más elevado de los ideales y el ideal de cada uno es tan elevado como su imaginación se lo permite. Si insistimos en que Dios es abstracto, que no tiene forma, que es puro, que no tiene nombre, nada de eso va a ayudar a la persona a evolucionar, pues el primer paso en el camino hacia Dios es crear una concepción de Dios.

 

 

 

         ¿ ¿¡¡¡¿¿¿¿¿¡¿¿¿¿¿¿¿¡¡¡¿¡¡¡¡¡¿¿¿¡¡¡QUIEN ha visto un pajarillo equivocarse al posarse en la rama de un árbol? ¿Cómo sabe la serpiente que la mangosta es su enemiga?  ¿Quién enseñó a las tortugas marinas, cuyos huevos fueron depositados en la arena de la playa, a dirigirse en dirección al mar, después de nacer, sin nunca antes haberlo visto? ¿Qué lleva al salmón a nadar millares de kilómetros, desde el mar hasta el naciente de los ríos, subiendo contra corriente hasta quedar sin fuerzas, para desovar y después morir? ¿No hay una inteligencia en todo esto?

 

         El simple movimiento de la rama de un árbol encierra un profundo misterio, y no lo ve el observador superficial cuando argumenta que la rama se mueve por la acción del viento. Pero, ¿qué es el viento? El movimiento del aire. ¿Por qué se mueve el aire? Por los cambios de las capas, siendo las capas frías las que tienden a bajar y las más calientes a elevarse. ¿Por qué las capas de aire no son homogéneas? Por la variación de temperatura. ¿Por qué varían las temperaturas si la rotación de la Tierra es uniforme? Por la variación de las emisiones de la radiación solar. ¿Por qué el Sol no emite las mismas radiaciones? Y así, indefinidamente, la solución de un enigma siempre trae otro aún mayor.

 

         ¿Qué decir de lo que creemos ver? Cuando vemos un objeto no lo vemos tal como él es, sino la imagen del mismo. Vemos la imagen de un árbol, pero no vemos el árbol. Lo que ocurre es que la luz sobre la planta, hace que emita ondas luminosas las cuales alcanzan nuestra retina, que las transforman en impulsos nerviosos que, a través del nervio óptico, van hasta el cerebro, el cual transmite la información a la mente. Y si cerramos los ojos y dejamos de ver el árbol, él seguirá existiendo. Lo que vimos fue la imagen proyectada en forma de impulsos nerviosos en el cerebro, y no el árbol real. Por tanto, no vemos las cosas tal como son en realidad, sino la imagen de los mismos y sujetas a interpretaciones mentales, que como sabemos, son subjetivas.

 

         Con toda probabilidad jamás llegaremos a ver la realidad tal como es. Estamos inmersos en un mundo que se nos oculta. ¿Por qué creernos dueños de una pretendida sabiduría? ¿Acaso la vida nos pertenece, o la hemos creado? ¿De qué vale tanta ciencia, si carece de humildad? Dominamos la naturaleza, pero la lluvia sigue cayendo donde quiere. Construimos casas, pero el viento sigue soplando.

 

         Así fue la caída del hombre. Su primer pecado: la vanidad. Nunca un hombre se eleva tanto como cuando se pone de rodillas y se reconoce ignorante.

 

         Todo está rodeado de un profundo misterio y las grandes verdades sólo pueden ser conocidas por revelación, como siempre ha sido; nunca por el raciocinio humano.

 

         Que nuestros corazones se llenen de la verdadera alegría que proviene de la simplicidad y de la humildad, y demos las gracias por todo lo que tenemos concedido, loemos al espíritu de Verdad que nos habita, recibiendo y retribuyendo todo ese infinito amor, porque no hay verdad mayor que esa: Que de la Nada se levanta triunfante, vivificando los cuerpos creados, dominando la noche de la eternidad, llenando los vacíos y transmutando el día en una gloriosa plenitud ..... y esa es LA GRAN LUZ.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       

 

 

 

 

 

 

 

         EXISTEN tres dimensiones en el camino de la perfección espiritual. Los que no están conscientes de las posibilidades de la evolución se engañan rotundamente cuando dicen que el hombre es imperfecto y no puede llegar a ser otra cosa. Se engañan por la simple razón de que ven en el hombre un animal racional y no vislumbran a Dios en el hombre. Bien es verdad que no siempre el hombre es perfecto, pero es básico saber que Dios habita en él. Por tanto, aunque el hombre permanezca en la imperfección, hay algo dentro de él que busca la perfección. Por eso fue creado el mundo. El hombre está en la tierra para cumplir ese objetivo.

 

         La primera dimensión es hacer a Dios tan grande y perfecto como nuestra imaginación pueda permitirlo. Los Maestros han creado oraciones en las cuales Él es llamado el Compasivo, el Amoroso, etc. Todos estos atributos son conceptos del hombre, limitados. Dios es mucho más de lo que podamos decir de Él. Creamos para nuestra expansión una visión más amplia, un horizonte sin límites. Debemos por medio de la oración, de la contemplación, hacer a Dios tan grande como podamos imaginar.

 

         La verdad que se oculta tras de eso es que una persona que nota buenos indicios en los otros y quiere adicionarlos a los que a él le falta, se hace cada día más noble. Pensando bien de los demás, el pensador se hace mejor que aquellos de los que bien piensa. Quien piensa mal de los otros, con el tiempo se torna pésimo, pues cubre el bien en sí mismo y crea así la visión del mal. Así que, el primer deber de quien busca la Verdad es hacer a Dios tan grande como le sea posible para su propio bien, porque está creando un ideal dentro de su ser. Está construyendo internamente aquello que lo tornará grande.

 

         La segunda dimensión es el trabajo del corazón, pues el primero es el trabajo del pensamiento. Hacer a Dios grande intelectualmente, con la imaginación, es el trabajo de un pintor, pero es más importante el trabajo hecho a través del corazón.

 

         Veamos el fenómeno del amor en la vida cotidiana. La primera lección que el amor nos enseña es: “Yo no soy, tú eres”. Por tanto, la primera cosa que debemos realizar es destronar al ego de nuestra mente y pensar en quien amamos. Mientras esto no se lleve a efecto, la palabra amor continuará siendo una palabra en el diccionario. Muchos hablan de amor, pero pocos lo conocen. ¿Es el amor un pasatiempo, una diversión, un drama, una representación? No. La primera lección del amor es aprender a servir, a anularse.

 

         Se cuenta que una campesina atravesó un espacio donde unos hombres hacían sus oraciones. La ley prohibía a cualquier persona atravesar el terreno de oración cuando los fieles rezaban sus plegarias. Pasado un poco de tiempo, la campesina regresó por el mismo camino y uno de los devotos le dijo: “¡Qué cosa tan horrible estás haciendo!” Ella quedó espantada y preguntó: “¿Qué es lo que he hecho tan mal?” Y él respondió: “Pasaste por delante de nosotros. Estábamos rezando, pensando en Dios”. “¿Los señores pensaban en Dios?”, preguntó ella. “Yo fui a ver a mi prometido y no me di cuenta de que estaban orando aquí. ¿Y, como me habéis visto, si estábais pensando en Dios?”

 

         Cerrar los ojos para rezar es una cosa, y otra es crear amor a Dios. La segunda dimensión es que cuando estamos con el pensamiento en Dios nos perdemos en Él. Lo mismo ocurre con quien ama: el pensamiento del yo de quien ama debe perderse en el pensamiento del amado.

 

         La tercera dimensión es diferente. Aquí la persona amada se transforma en quien ama; el yo de quien ama no existe más, porque ese yo desaparece. Ese yo pasa a ser lo que realmente es.  A eso se le llama auto-realización.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EXISTEN dos clases de artistas: el que pinta en el cuadro aquello que su mente creó y el que recibe ideas del propio cuadro mientras lo pinta. La diferencia es que el primero es un simple artista y el otro es un maestro. El primero diseñó una idea y se limitó a expresarla en su pintura. El segundo no se sujeta al proyecto. Es ilimitado.

 

         Igualmente ocurre con el compositor. Compone una melodía en su mente. Medita sobre ella y la pasa al papel pautado, pero cuando comienza a tocar la composición verifica que la música le sugiere otras combinaciones. La misma idea musical es ejecutada, la que pensó en primer lugar, pero se da cuenta de que puede perfeccionar y completar la melodía al escucharla.

 

         Ese es el cuadro de nuestra vida. Está el hombre que es llevado por la mano del destino. No sabe de dónde vino ni a dónde va. Fue colocado en la vida bajo ciertas condiciones. Está siempre atareado, ocupado con muchas cosas y no tiene tiempo para encontrar otra manera de vivir sino la que ya conoce. Puede ser que hasta desee cosas enteramente diferentes en la vida, puede tener dificultades en concentrar la mente en lo que está haciendo, pero aún así cree que debe continuar. Ese es el hombre que aún no ha comprendido el significado de ese secreto.

 

         Hay otro tipo de hombre que, aún después de muchos fracasos, continúa determinado a alcanzar el éxito en la próxima tentativa. Ese hombre es el dueño, el maestro del éxito.

 

         El hombre está compuesto de dos partes. Una está constituída por su ser exterior, lo que el alma ha tomado como préstamo en la tierra. La otra parte es su verdadero ser, que pertenece a la fuente que lo creó. En otras palabras, el hombre es una combinación de espíritu y materia, una corriente que fluye de lo alto y es atraída por la tierra, moldeándola y transformándola en un vehículo. Así pues, el hombre tiene dos aspectos: el alma y el cuerpo. El encuentro del alma con el cuerpo crea la mente. El alma, el cuerpo y la mente reunidos constituyen el individuo.

 

         La parte exterior del hombre es igual a la parte exterior de cualquier máquina. La mente toma el lugar del mecanismo interno más delicado. Esa es la parte mecánica del ser. Ahí es donde reside el alma, la herencia divina del hombre, como una corriente espiritual que se precipita desde la fuente de todas las cosas. El alma tiene un potencial, un poder creativo. De un lado lo imperfecto, lo limitado. Del otro, lo ilimitado, lo perfecto.

 

         El alma nace con un mecanismo. Desde la infancia ella se siente naturalmente limitada y cautiva. Toda la tragedia de la vida viene de la limitación. Si preguntaran a cien personas sobre las dificultades de la vida, cada una nos indicaría un tipo diferente de lucha en la que está empeñada en aquél momento, pero en realidad es la limitación de la vida la causa de las diferentes formas de tragedia. El hombre crece limitado. Esa limitación hace que se juzgue imperfecto a cada paso en la vida; debido a los obstáculos piensa que es débil, prisionero e incapaz. Esa constante sugestión de imperfección le lleva a decir: “No puedo olvidarlo”, “no puedo resistir más”, “no aguanto más”, “no lo tolero”, “no puedo perdonar”. Piensa así desde su imperfección. No comprende nada más allá de eso. No se da cuenta de la chispa divina que brilla en su corazón, de su herencia celestial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         CUANDO desaprendemos, comenzamos a aprender. Es igual que girar la vida al revés. Seguimos andando en el mismo planeta, bajo el mismo sol, pero pasamos a ver un mundo diferente, con ojos distintos. La vida se vuelve diferente y también el significado de cada palabra. Los que comprenden que están dentro de la posibilidad de mejorar su vida, lo hacen realidad. Quien piensa : “No puedo hacer nada, soy como soy, no puedo evitar quedar frustrado, no consigo comprender, no puedo tolerarlo”, ese está enterrado bajo la capa de sus propias sugestiones. Como no puedo dejar de ser así, se vuelve cada día más débil y no consigue realizar nada. El hombre que comprende que la vida comenzó cuando recibió el espíritu, dice: “¿Qué importa lo sucedido? He fracasado hoy, pero mañana será diferente. Mis limitaciones de hoy no me van a acobardar”.

 

         Nunca es demasiado tarde para mejorar. Hay siempre oportunidad para quien quiere mejorar. Entretanto, para el que está satisfecho consigo mismo o está tan desilusionado que no desea mejorar, su vida llegó a la paralización. No tiene posibilidad de conseguir algo más en la vida. Los seres humanos que se refugiaron en las cavernas o en los bosques, llevaban para muchos una vida poco deseable. Pero, aunque sus vidas fuesen difíciles de ser seguidas por cualquiera, lo que ellos alcanzaron en el tiempo fue altamente apreciable.

 

         Se dice de Tamerlán, un emperador mogol, que un día, cansado de tantos deberes impuestos por su corte, se refugió en un bosque y esperó a que le llegara la muerte. No quería seguir viviendo. Un derviche que pasaba lo vio con los ojos cerrados y lo reconoció. Lo tocó con el bastón. El emperador despertó y le preguntó: “¿Por qué me molestas? He abandonado el mundo”. El derviche contestó: “¿Qué tiene el bosque para ofrecerte? Tienes al mundo entero a tus pies. Ahí está tu objetivo, si comprendes que el poder está dentro de ti”. Dijo Tamerlán: “El mundo no me interesa. Estoy desilusionado, pesimista, para esperar que algo bueno me pase. El mundo me ha herido. Estoy amargado y con el corazón partido. No quiero seguir viviendo”. Entonces, el derviche le preguntó: “¿Cuál es el motivo de haber venido a la tierra si no has realizado ni has experimentado nada? Si no eres feliz es porque no has aprendido aún a vivir”. Preguntó el emperador: “¿Crees que puedo realizar todavía alguna cosa?” “Sí” - dijo el derviche - “es por eso que estoy aquí y te he despertado. Levántate y busca tu deber con coraje. Tendrás éxito”. Estas palabras impresionaron tanto a Tamerlán que despertó su espíritu y desde ese momento, a cada paso que daba, veía que las condiciones se modificaban. Recibía las influencias y las fuerzas que necesitaba para tener éxito en sus campañas. Todo eso surgía como si para él la vida, que antes parecía haberle cerrado las puertas, ahora se abrieran completamente. Alcanzó un estadio de poder muy elevado. Y fue conocido en la historia como Tamerlán el Grande.

 

         El hombre que busca la verdad en todas las fases de su vida, tiene la llave del éxito, una llave para la felicidad, otra para el progreso y la evolución en la vida. Esa llave es alcanzar la maestría. Y para ello necesita tres puntos: Obtener el auto-control; gobernar todas las influencias que apartan al hombre de su camino y el dominio de las situaciones y sus condiciones.

 

         El hombre responsable es quien controla estos tres puntos. Este hombre puede estar sentado en una silla, aparentemente sin hacer nada, pero realizará mucho más que otro hombre que trabaja el día entero. Pocas personas consiguen imaginar hasta qué punto el hombre puede adquirir el poder, especialmente porque la vida de hoy es una lucha constante y de ella poco se obtiene. Es una vida muy atareada sin grandes realizaciones. No podemos ni suponer hasta dónde llega el poder mental de quien alcanza la maestría, y lo que puede realizar. Eso se hace con grandes esfuerzos. Los que poco realizan dicen que pueden hacer muchas cosas. Los que realmente tienen el poder de hacer muchas cosas, no hablan de sus realizaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         CUANDO un individuo alcanza una evolución, eso puede ser llamado iniciación interna. Desde esa fecha en adelante esa persona es usada conscientemente para tomar un determinado camino. Cada alma viene a la tierra para realizar cierto objetivo en el esquema de la vida y cuando el hombre llega a ese grado de cualificación espiritual es escogido por la Providencia para ser usado como herramienta, como un instrumento, para realizar una misión. La humanidad entera, cada ser humano, es una especie de materia prima usada por el destino. La mente maestra es un instrumento manejado por el destino para realizar un fin.

 

         El temperamento del santo es negativo, es de quien se anula, sumiso a la voluntad de Dios. Aprendió a tener paciencia, confianza, aprendió a sufrir con resignación, a ser tolerante. Carga su cruz y es crucificado mil veces en la vida. Sabe qué significa el amor. Escogió el camino de la devoción. Lleva su vida entera dedicada a servir a Dios en la persona de sus semejantes. Aplastó su personalidad. Se transformó en agua. Su método no es el del martillo; es el método del agua, porque el martillo rompe la piedra para pasar y el agua la rodea y fluye. Es por ese motivo que la personalidad del santo transmite paz, armonía y confianza a todos los que contactan con él. Es la personalidad que sana a los enfermos, que levanta a los que tantean en la oscuridad. Desarrolla en sí el amor de un padre y una madre, pero ese amor se extiende a todas las almas. Se armoniza con los árboles, las plantas, con la tierra. Para él la naturaleza es un libro abierto. A través de esa comunicación se abre a cualquier forma de vida.

 

         Otro aspecto es el del maestro. Resiste todo lo que puede aumentar su debilidad, lo que pueda llevarlo a flaquear, y es firme, estable, perseverante, todas las cualidades de un maestro. La diferencia con el santo es que él es activo. El uno es resignado y este es persistente. Pero los dos caminan hacia adelante. El maestro va por el camino del poder y el santo por el de la suavidad.

 

         En el camino del maestro la voluntad es usada hacia las cosas exteriores. En el camino del santo la voluntad es usada para controlar su propio ser. Es usada contra su propia persona. Para conocer la verdad de Dios, lo sensato es asegurar en las manos las redes de la propia voluntad y usarla en el conocimiento de todo lo que nos es dado conocer para alcanzar el gran objetivo de la existencia.

 

         Hay aún un tercer aspecto; es el del profeta. De un lado el profeta es poder, del otro lado es la dulzura. De un lado es coraje, del otro lado es la compasión. De un lado es un entusiasta en su deseo de modificar las condiciones de la humanidad, del otro lado está apartado de la vida material. Todas esas cualidades opuestas están equilibradas en el espíritu del profeta.

 

         El trabajo del profeta es de una dimensión diferente al del maestro o del santo. Ese trabajo no puede ser visto y, sin embargo, el profeta se coloca ante el mundo para despertar a la humanidad y elevarla a un mayor nivel de consciencia. No es sorprendente que cite palabras de Mahoma, Buda o Jesús, o que la personalidad del Cristo ejerza un gran poder sobre su persona. Todos ellos iluminaron la humanidad. Fueron profetas y sus experiencias están registradas en la historia del mundo. Maestría no es sólo un medio para que el hombre realice cosas sublimes en el mundo; maestría es lo que permite al hombre realizarse a sí mismo.

 

         Todos los tesoros de la tierra  - oro, plata, gemas, joyas - están destinadas a la humanidad. Todo lo que lleva a la felicidad - poder, inteligencia, armonía, paz, inspiración, éxtasis, alegría - también pertenecen al hombre. El hombre puede hacer de la experiencia celestial un tesoro, así como puede hacerlo con sus bienes materiales. No necesita dejar las cosas del mundo y retirarse, sino que puede administrar sus negocios, ejercer su profesión, cumplir con sus deberes para con la vida y, al mismo tiempo, perfeccionarse interiormente con espíritu de maestro. Ese espíritu es como una chispa de fuego; si esta chispa fuese soplada constantemente, aumentaría y se transformaría en una hoguera.

 

         El hombre no debe preocuparse con que le falta externamente. En realidad tiene todo lo que necesita en su interior. Si mantuviera siempre en el pensamiento esa idea y soplara la centella de la maestría por medio de una constante contemplación, un día la llama se elevará y su vida volverá a ser limpia. El poder adquirido será, como no puede dejar de ser, un gran poder.

 

          

 

        

 

 

 

 

 

 

         SI alguien me preguntara si existe la reencarnación, la respuesta podría ser sí y también no. ¿Por qué? Porque ambas son verdaderas. Si vemos la existencia como una vida única, no veremos a las personas como entidades separadas. No podríamos decir que una persona reencarnó en otra. Una es el todo. Cada una separadamente no es nada. O miramos la vida de esa manera o la vemos o contemplamos a cada persona como una entidad separada. La vida es una totalidad. Aunque deseemos ver a cada persona como una entidad aparte. Naturalmente, como todo tiene que continuar siendo alguna cosa, todo sigue existiendo después de destruido, continúa la vida de una forma o de otra. Destrucción o muerte son transformaciones. Una cosa no puede transformarse en nada. Si a nuestros ojos lo parece es porque no vemos claramente. Todo existe de una forma o de otra. La teoría de la reencarnación, enseña que no existe nada que sea nada, que todo es y será algo, debe ser algo.

 

         Hay otra concepción: si la fuente es una, si la meta es una, lo que miramos constituye un fenómeno, mientras no veamos profundamente. Si observamos con penetración, no veremos las entidades como separadas, sino la vida como una. Así que no hay motivos para pensar en la reencarnación. El pensamiento de Buda fue análogo al pensamiento de Jesús, sólo que ha sido transmitido de forma distinta. La religión de los Maestros es siempre la misma, aunque quien la enseña sea diferente. Cuanto más pienso en este asunto, más descubro que el hombre sufre una preparación antes de nacer en la tierra.

 

         ¿Qué es la vida en la tierra? ¿Es fijada o existe un libre albedrío? No siempre comprendemos la expresión “libre albedrío”, especialmente los que dicen poseerlo. Tenemos consciencia de esa libertad y sin embargo no sabemos de dónde viene. Al sentir la sensación de reír o de llorar, de sentarnos o de movernos, creemos que deseamos hacerlo de esa manera, pero ignoramos de dónde vienen esos pensamientos. Pensamos que todo lo que viene de nuestra mente es libre albedrío, pero eso es algo diferente. Todos tenemos esa cualidad, la libertad de elegir. Es lo que nos da fuerzas para trabajar, hasta cierto punto, dentro de una actividad, pero tanto lo que decidimos hacer y lo que es creado por las condiciones de hacerlo, puede resumirse en que hay una Voluntad Superior. Y esa la ejecutamos con nuestra parte individual.

 

         Nace entonces la pregunta: “¿Cómo puede haber libre albedrío si todo es Dios?” El poder del agua es diferente del poder del fuego. El poder del fuego es diferente al poder de la tierra. Así también, la acción de cada persona es diferente, aunque Dios exista en el alma de cada uno. Los temperamentos son distintos, de acuerdo con las condiciones de vida y la educación recibida, pero Dios está en todos.

 

         Antes de iniciar un viaje para una evolución superior, hay muchas cosas que superar, pero cada paso que damos en dirección a la ejecución de esa verdad nos da más confianza. Cuanto más conseguimos sobrepasar las dudas, más crece esa fe y más fuerte se torna nuestra voluntad. Cuanto más nos aproximamos a la Verdad, más aumenta la luz. ¿Y qué es esa luz?. Es la claridad de la realización personal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         CUANDO el hombre conoce una ley no quiere decir que ese conocimiento le capacite para seguirla. La naturaleza de la vida es tan tóxica, que nos hace olvidar casi siempre la ley de la acción, la cual se expresa así: cualquier resultado es una consecuencia de un hecho.

 

         Por tanto, es natural que esa ley de acción sea difícil de ser practicada, porque olvidamos pensar seriamente en ella. Para probar esto no hay que ir muy lejos: basta ver los múltiples ejemplos en nuestra vida y en la de nuestros semejantes. Actúa como un eco. Lo que hacemos crea un eco y esos son los resultados. Decía Zaratustra que las acciones pueden ser divididas en tres categorías: actuar, hablar y pensar. Una persona puede no actuar mal, pero puede hablar de una manera errónea. De cualquier manera el mal es hecho.

 

         De acuerdo con las ideas místicas, el mundo en que vivimos es un AKASHA que quiere decir: capacidad. Lo describen como una cúpula. Cualquier cosa que se hable bajo esa cúpula produce un eco. Así nadie puede actuar, hablar o pensar en cualquier cosa, ni siquiera un momento, sin que esa cosa produzca una reacción. Se registra y ese registro es creativo. No son sólo estas tres cosas las que quedan registradas en la memoria o en el aire; ese registro está siempre creando, en todo instante. Así, cada línea y cada letra de ese registro se transforma en semilla o en germen que producirá un efecto similar.

 

         Decía un escultor que todo hombre es el escultor de su propia imagen. No sólo eso es verdad sino que todo hombre es creador de su propia alma. La dificultad está en que el hombre no espera con paciencia los resultados. Estos llevan algún tiempo para manifestarse y antes de que eso pueda suceder, el hombre puede enfrentarse con otros acontecimientos. Por ejemplo: un hombre ha robado una cartera con dinero. Pensará: “¡Qué suerte, hoy he hecho un buen trabajo! Seguramente debo continuar robando; son tontos los que piensan que esto está mal, pero yo veo los buenos resultados que tengo”. La vida es de tal forma intoxicante que no da tiempo al hombre para pensar que el resultado de sus acciones aguarda sólo el momento de manifestarse, que lo que nos está sucediendo hoy es el resultado de algo hecho antes.

 

         Esta ley de acción puede tener cinco aspectos diferentes. Uno es el de la ley de comunidad, porque es una ley hecha para la conveniencia de los miembros de una sociedad. El segundo aspecto, puede llamarse ley del Estado. Es la ley por la cual somos gobernados como un todo. Este aspecto es tan limitado como limitada es la mente humana. Por ello, muchas leyes son rechazadas y nuevas leyes se promulgan continuamente. A medida que el tiempo pasa, vemos que los miembros de las comunidades o del Estado quieren modificar continuamente leyes que van quedando anticuadas, obsoletas, o precisan cambios.

 

         El tercer aspecto es la ley de la Iglesia, que tal vez venga de la tradición, ley que el pueblo acepta no sólo porque es una ley por la que somos gobernados, sino porque se relaciona con nuestra fe, con las creencias populares y es sagrada para el pueblo. Esa es la ley que construye una consciencia, más que cualquier otra.

 

         Hay un cuarto aspecto, que es la ley de los profetas. ¿Qué ley es ésa? Es la interpretación de una ley oculta, hecha por un profeta. Las leyes transmitidas por los profetas se relacionaban con el periodo en que vivió, destinadas al pueblo de aquella época. Era una ley basada en dos acciones: una relativa a las condiciones de la humanidad de la época en que la ley fue dada y la otra relativa a la luz, que hacía la situación tan clara que se podía encontrar la solución buscada. Se llamó ley divina.

 

         Estas cuatro leyes: de la comunidad, la del Estado, la de la Iglesia y la de los Profetas, tenían sus limitaciones. Pero, hay otra ley que lleva al hombre a lo ilimitado. Esa ley nunca puede ser enseñada ni explicada. Entretanto, esa ley tiene sus raíces en la naturaleza humana y no existe una sola persona, por más injusta y perversa que sea, que no tenga esa facultad en lo íntimo de su ser.  Esa ley puede ser llamada, la facultad de discernir entre el bien y el mal.

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         SI me preguntasen lo que es la vida de la vida, o qué es la luz de la vida y lo que nos interesa en la existencia, respondería con una sola palabra: el ideal.

 

         Una persona rica, instruida, que vive confortablemente y que a pesar de todo eso no tiene un ideal, es como una persona muerta. Un hombre sin cualificaciones, sin instrucción, sin fortuna, mas posee un ideal, es un hombre vivo. Si no se vive para un ideal, ¿para qué se vive? Vivir para sí mismo, no representa gran cosa. Quien vive y no conoce un ideal, es alguien que no posee luz. Cuanto mayor es el ideal, mayor es el hombre. Cuanto más profundo el ideal, más profundo es el hombre. Cuanto más alto el ideal, más elevado es el hombre. Sin un ideal, lo que el hombre haga en la vida carecería de valor.

 

         ¿A qué me refiero cuando hablo de un ideal? Por más insignificante que sea el objeto que el hombre ama, que esté dispuesto a sacrificarse por él dando todo lo que tiene, eso aún es un ideal. Prefiero al fanático que dice: “Doy mi vida por este dios” a aquél que dice: “No quiero saber de nada, vivo al día”. Un ideal sincero, por pequeño que sea, es un ideal. Vale la pena tenerlo si sabemos comprenderlo y vivirlo con sinceridad. Si saltamos continuamente de un ideal a otro, jamás alcanzaremos el ideal.

 

         El ideal verdadero está oculto detrás de los ideales humanos. Por ejemplo: la fragancia está escondida en los pétalos de la rosa. Si queremos extraer la esencia de esa rosa hemos de aplastar sus pétalos. De ese modo, la rosa que podría existir algunos días más, se transforma en espíritu, en esencia y dura muchísimo tiempo.

 

         El ideal puede ser ilustrado citando el ejemplo del huevo: la ruptura del ideal es la realización, la ruptura del huevo da a luz al pollito. Es necesario abrir el ideal. Si él no fuese abierto no podría ser usado.

 

         El ideal retrocede cuando nos acercamos a él. Cuanto más profunda es la visión del hombre, mayor será la belleza del ideal.

 

 

 

 

 

 

 

         EL valor de un hombre es tan grande como su responsabilidad. Ese es el motivo por el cual un hombre responsable  muestra una cualidad espiritual en todos los actos de su vida. Sea un jefe de Estado, un ministro o un rey, su grandeza, su valor, está relacionado con su responsabilidad.

 

         Hay otro punto de vista a considerar: el hombre debe tornarse grande por su responsabilidad. Está el peligro de caer, pues hay un obstáculo: cuanto más consciente es el hombre  de su responsabilidad, menos reconoce la sabiduría que trabaja a su lado. Es por eso que en los tiempos actuales, en los que existe materialismo en todas partes, hay grandes personalidades que realizan muchas cosas y finalmente nos muestran sus limitaciones. Estas nacen muchas veces porque las personas se ahogan en el mar de la responsabilidad y olvidan la sabiduría que les acompaña.

 

         Un poeta persa dijo en un libro titulado “El jardín de las rosas”: “El Constructor de todo este universo está activo hasta en la construcción de todas mis ocupaciones, pero mi ansiedad en relación a mis tareas es mi enfermedad”. Quería decir que: es una cosa que no podía evitar hacer, pero al mismo tiempo reconocía que todo lo que deseaba realizar ya estaba hecho por otra Voluntad mucho mayor,  más poderosa y sabia que él.

 

         A veces nos llama la atención el que cualquier insecto reciba el alimento adecuado de dos maneras: o es atraído hacia el alimento o el alimento le es llegado de alguna manera. El hombre, mientras tanto, que es responsable de sí mismo  y que toma la responsabilidad por otras criaturas, nunca piensa en estos pequeños seres que viven en sus casas o en su jardín. Todos ellos reciben lo que necesitan para seguir viviendo. Pero la tarea más difícil, cae sobre el hombre que se ve obligado a trabajar para su sustento, que es el precio que paga por su independencia, por la responsabilidad asumida. En el momento que acepta su responsabilidad, está trabajando para la humanidad, pero si deja que esa responsabilidad le absorba a punto de olvidar la fuente de dónde le llega la ayuda que recibe, si no tuviera consciencia de la sabiduría y del poder que trabajan a su lado, acabaría por fracasar en la responsabilidad que asumió, no obstante el poder y la fuerza que pueda tener.

 

 

 

 

         ¿¿¿¿¿¿¡¡¿¿¿¡¡¡¿¿¿COMO descubre el hombre de qué manera la vida que existe en él ni ha nacido ni morirá?  Por el auto-análisis, por el estudio basado en el conocimiento místico, esto es, la comprensión de que vivimos en un vehículo llamado cuerpo y la relación existente entre nuestro ser y nuestro cuerpo, de lo que nos preguntamos a nosotros mismos: “¿Yo soy un cuerpo, soy una mente?” Un día comenzamos a ver que somos el conocedor de nuestro cuerpo y de nuestra mente y llegaremos a ver esa realización cuando podamos tener el poder de controlar el cuerpo y la mente, como se controlan los objetos que usamos. Una vez alcanzado ese objetivo, el cuerpo y la mente son como dos salvavidas que nos colocamos para poder mantenernos por encima de las aguas sin peligro de ahogarnos. Ese mismo cuerpo y mente causantes de la muerte del ser humano, al menos en su pensamiento, son vehículos de su salvación.

 

         Realmente hablando, la muerte es sólo una concepción del hombre. La realidad es la inmortalidad. Creamos un concepto de mortalidad por desconocer la vida verdadera. Cuando realizamos la vida verdadera y la comparamos con la mortalidad, aprendemos que esta no existe. Nuestro trabajo es desaprender lo aprendido por el cuerpo. Decía un poeta: “Por mí me hice prisionero y por mí mismo soy un hombre libre”. En otro lenguaje más simple quiso decir: “Por mí mismo muero y por mí mismo vivo”. ¿Por qué razón él decía esto y por qué no decimos todos lo mismo?  Porque para un sabio se trata de una condición creada por él y para los demás es una condición a través de la cual vivimos desamparados.

 

         Para llegar a esa realización, la primera cosa que debemos aprender en todas y en cualquier cosa pequeña de la vida, es la manera de desaprender. Le decía un discípulo a un maestro: “Ya he aprendido mucho, ¿quiere decir alguna cosa más para mi conocimiento?”  Y el maestro le contestó: “Cuanto más aprendas más duro será tu trabajo. Si yo tuviera que añadir algo a lo que sabes no sería propiamente añadir sino extraer lo que aprendiste, para que pudieses estar más aliviado de tu saber. Debes ser capaz de primeramente desaprender, pues a través de este trabajo nacerá el verdadero aprendizaje”.

 

 

 

 

 

 

 

 

         LA religión es un medio y no un fin; ella existe para el hombre y no el hombre para ella. Representa una gran escuela congregando fuerzas espirituales que se robustecen cada vez más, a través de las creencias de sus fieles. Importancia fundamental tienen los santuarios. Por ser lugares donde se reúnen las mentalidades imbuidas de los mismos propósitos, son preservados de las corrientes negativas de pensamientos. Son los templos donde silenciosamente se elevan las plegarias, pidiendo el discernimiento para saber lo que pedir.

 

         Lo ideal sería que cada casa tuviera un aposento destinado a esa finalidad. Eso se podría volver un manantial de bendiciones. Los verdaderos sacerdotes, son aquellos que obedecen a la  llamada superior y no están llenos de intenciones materiales. Los poderes superiores no dejan nunca de conceder luz a quien con sinceridad por ella clama.

 

         Tiempo hubo en que las mentes retorcidas crearon un Dios vengativo. Pero eso nunca fue verdadero. Somos nosotros quienes nos castigamos a través de nuestro propio karma, cuando incurrimos en errores.

 

         Tener fe es lo más importante de todo. Aquél que tiene fe ha pasado de lo finito para lo Infinito, ha pasado de la muerte para la vida verdadera. Debemos acostumbrarnos  a ver sin los ojos del cuerpo, oír sin los oídos materiales y percibir con las facultades del espíritu; entonces sabremos que, tanto la muerte como la vida, tal como se nos presentan, son engañosas.

 

         Toda alma tiene su lugar preparado, pero necesita antes purificarse a través de las experiencias que sólo este mundo proporciona. Más tarde o temprano tenemos que liberarnos de la ilusión, por cuanto el precio del pecado es la muerte. La hora de la verdad llega para todos, y ni los padres, ni los hijos, ni amigo alguno estarán en el momento de la gran transición, cuando cada uno tendrá que cruzar solo el gran portal para presentarse ante su conciencia.

 

        

 

 

 

 

 

 

         HAY dos clases de dolor: el físico o del cuerpo y el psicológico o del alma. Supongamos que una persona esté durmiendo y alguien se le aproxima y acerque su brazo a una llama. ¿Qué pasaría? Inmediatamente

la persona dormida retira su brazo en un gesto intuitivo. ¿Por qué? Es evidente que lo retira porque sintió dolor. ¿Y si no lo hubiese sentido? En este caso habría permanecido inmóvil y su brazo acabaría quemándose por entero. Por tanto, bajo el punto de vista filosófico, el dolor corporal no es más que una advertencia de que algo no marcha bien y necesita ser encausado, corregido. Así, cualquier tipo de dolor físico que sintamos, en cualquier parte del cuerpo, está indicando que algo va mal y necesita de atención, reparación. El cuerpo humano no fue hecho para sentir dolor, ni para sufrir y si padecemos físicamente es porque algo antinatural está atentando contra la integridad corpórea de nuestra personalidad.

 

         De la misma forma que el dolor físico, el dolor psicológico es también “un aviso” de que algo no va bien. Voy a citar un ejemplo: recordemos que las palabras son un medio imperfecto de comunicación, siendo necesario fijarnos en el sentido que ellas encierran y no en las palabras en sí, para podernos entender. Imaginemos que estamos en un grupo conversando con unos amigos. Supongamos que en determinado momento, alguien de ese grupo haga un elogio merecido a otra persona presente. Si nos sentimos frustrados o doloridos es porque nuestro interior se encuentra manchado por la envidia. Basta en ese caso cambiar nuestra actitud mental, eliminando el despecho y sustituyéndolo por amor a mi semejante para que el dolor desaparezca y llegue el contentamiento. En otro caso. Si una persona tiene un socio en un negocio. Imaginemos a esa persona actuando con corrección y lealtad para con su otro socio, y recibiendo a cambio disgustos, gastos innecesarios, ausencias injustificadas y repetidas faltas de dinero. Supongamos, aún más, que la primera persona persiste en su bondad y perdón, recibiendo a cambio mayores faltas. Es hora de pararse a pensar, buscando la causa de ese dolor moral, a fin de sanar lo incorrecto, deshaciendo esa sociedad, en la cual la impureza se encuentra en la mente del otro. Cesando la asociación, termina el padecimiento.

 

         Todos son testimonios de casos de dolores físicos y psicológicos ocasionados por actitudes o conceptos erróneos. De este modo, siempre que veamos cualquier tipo de dolor, será prudente analizarlo intentando descubrir su origen. Muchas veces el dolor tiene por finalidad enseñarnos una lección y muchas personas aprenden a través de él.

 

 

         TODO tiene una finalidad en la vida. Todo tiene un papel definido en el esquema universal. Los místicos dicen que para andar en armonía con el universo es necesario tener un camino.

 

         Debemos tener una meta, un ideal, y entonces mirar siempre hacia adelante, sin pensar jamás en retroceder. Aquellos que no tienen objetivos en la vida, son como un navío sin rumbo, y sus vidas han de ser vacías y carentes de sentido, sintiendo en todo la futilidad de las cosas.

 

         Hay que mantener una meta y dedicar a ellos nuestros esfuerzos. Pero ni por un momento pensemos que el ideal que hayamos escogido representa la voluntad de Dios o es nuestra misión en la vida. No siempre es así.  Hemos de estar atentos a la voz interior, pues a través de ella nos habla nuestros sentidos superiores.

 

         Es necesario buscar siempre. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Dónde soy necesario? ¿Cuál es mi verdadera misión? Y llegará un tiempo con la respuesta acertada. Claro que no será con palabras articuladas, pero sí bajo la forma de sensaciones de naturaleza muy sutil. Tengamos cuidado no sea el raciocinio quien nos dé la respuesta. Ellas pueden venir de la forma más inesperada; no tienen hora, ni día, ni lugar. Pueden surgir en cualquier momento, ocasión y en cualquier lugar, bajo la forma de una impresión, una intuición o un “pálpito”.  Hemos de prepararnos para ella, estar atentos y un día la respuesta llegará. Y todas las cosas se volverán insignificantes, pues sabremos que nuestro corazón ha encontrado reposo, y aunque el camino sea áspero nos parecerá ligero, y cualquier dolor será recibido con otra alegría.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         NADA arruina más a un cuerpo, nada lo arruina sin piedad y nada lo corroe de modo tan funesto como el sufrimiento psicológico continuado. Es curioso observar como gran número de personas insisten en mantener ese estado de espíritu como si sintieran placer en ello, sin darse cuenta que se están desgastando y sin obtener nada constructivo.

 

         La armonía interna es un estado maravilloso que proporciona salud, belleza, alegría, progreso, felicidad y evolución. No se trata de una utopía, ni de palabras vanas, sino de un estado real que puede ser obtenido y que debe ser constantemente procurado por todos aquellos que buscan su perfección.

 

         Mucho sufrimiento resulta de la falta de amor. Cuando no amamos nos sentimos separados de todo y, por tanto, también de las fuerzas constructivas y un hondo sentimiento de soledad nos invade. Nada es posible construir sin amor, la verdadera fuerza que mueve el Cosmos. Con frecuencia, muchas personas son asaltadas por una sensación de cansancio, de peso, de debilidad, que no es más que la falta de amor, sin el cual no existe la chispa que viene del alma.

 

         El amor es la mejor de las medicinas, el mayor de los maestros, y cuando nos falta es necesario buscarlo primero dentro de nosotros. Pero es verdad que el simple cambio de pensamientos armoniza o trastorna la mente, y ese es uno de los misterios más grande de la naturaleza humana. Nadie puede gozar de buena salud si no tiene armonía interior.

 

         Si fuese matemático haría la siguiente ecuación:

 

                  Amor  +  Pensamiento positivo  =  Armonía interna

 

                  Falta de amor  +  Pensamiento negativo  =  Pesimismo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         LA mente pertenece al reino del espíritu y, por tanto, al plano del Infinito. El pensamiento, por el contrario, pertenece al cerebro y, por tanto, al plano físico. Ambos están unidos, formando durante la vida una unidad, y por el dominio del plano físico alcanzamos el plano del Infinito. Es por eso que el pensamiento adquiere una importancia tan grande. Actúa como un doble mecanismo: pone en marcha fuerzas del mundo físico que tienden a conseguir objetivos y construye en el plano etérico.

 

         Hay otro plano que es invisible, pero tan real mientras lo vemos, y es en él dónde debemos construir, para que luego se manifieste en el plano físico. Este es un universo mental. Decirnos: “esto es lo que ha de hacerse” y poner en movimiento una fuerza que tenderá a realizar lo que se pretende. Es una ley que el pensamiento de hoy lleve algún tiempo para materializarse. Si alguien me dijera qué es lo que está pensando ahora, yo podría adelantarle lo que será en el futuro. Seremos aquello en lo que ahora pensamos. Somos expresión viva de nuestros pensamientos. El cerebro del hombre es el libro de su destino. Se debe pensar en grande para ser grande. Todo aquél que alcanzó un lugar destacado en la vida, comenzó a ocuparlo primero con el pensamiento. Los deseos son una fuerza que tienden a realizarse en el tiempo.

 

         La vida humana es, en su esencia, mente; y, en último análisis, pensamiento. Ella es comparable a un arma cargada de munición, pronta para ser disparada. Pero ...... ¿dónde está el gatillo? Después de analizar la pregunta, cada uno podrá responder: “Yo soy el gatillo”. El pensamiento puede ser accionado por la voluntad y entonces el gatillo será accionado y proyectado el destino.

 

         Meditando sobre esto me pareció evidente que podría escoger. Ahora, si yo podía escoger, había dentro de mí alguien que escogía. ¿Quién era entonces ése que hacia la elección? Esto me llevó a otra pregunta: “¿Quién soy yo?” Y esta fue la pregunta que me hice.

 

         Algún tiempo después obtuve la respuesta: tú eres el constructor continuo de tu destino.

 

 

 

 

 

 

 

 

                  ACCION DE GRACIAS

 

         Gracias, Señor, por todo lo que veo y recibo:

         Por el nuevo día que nace, gracias;

         Por volver a ver la luz del Sol, gracias.

 

         Gracias, Señor, por contemplar el firmamento.

         Por presenciar el vuelo de los pájaros, gracias.

         Por ver la armonía de la naturaleza, muchas gracias.

 

         Gracias, Señor, por la vida que me diste.

         Por la oportunidad de servirte, gracias.

         Por poder auxiliar a mis semejantes, muchas gracias.

 

         Gracias, Señor, por la capacidad de amar.

         Por ver el rostro de mis amigos, gracias.

         Por escuchar la música que me eleva, muchas gracias.

 

         Gracias, Señor, por la fe que me diste.

         Por las desilusiones que me llevan a la verdad, gracias.

         Por el dolor que purifica, muchas gracias.

 

         Gracias, Señor, por haber conocido el amor.

         Por el dolor de la separación, gracias.

         Por la calma después de la tempestad, muchas gracias.

 

         Gracias, Señor, por sentir Tu presencia.

         Por poder colaborar en tu obra, gracias.

         Por Tu voz dentro de mí, muchas gracias.

 

         Gracias, Señor, por saber que estás conmigo.

         Por vivir contigo mi existencia, gracias.

         Por todo esto, gracias, Señor, muchas gracias.

 

 

 

        

 

        

 

 

 

         CUANDO un espiritualista dice que todo es ilusión, el materialista replica: “Muéstrame entonces donde está la realidad”. Muchas veces las personas emplean la palabra ilusión sin saber lo que ella significa. Cuando se dice a alguien que está sufriendo que todo es ilusión, el sufridor responde: “para mí es una realidad”. Cuando no hallamos una solución para el problema, durante mucho tiempo la llamamos ilusión hasta que nuestra paciencia se agota.

 

         Si la paciencia es puesta a prueba, comenzamos a llamar a la enfermedad de realidad. Cuando se comienza por el fin se acaba por el comienzo. La razón es que, para llamar ilusión a alguna cosa que nuestros sentidos perciben, debemos primeramente comprender su naturaleza, para probarnos y probar a los demás que así es.

 

         Lo primero a comprender es que de la manera que miramos las cosas, nos pueden parecer diferentes. Cuando estudiamos el mecanismo y los diferentes nombres y formas que entran en la composición de los elementos, descubrimos que aquello que los hace actuar, es algo muy diferente a su forma exterior. Todo eso sirve para mostrarnos que la superficie de las cosas cubre nuestros ojos y guarda su origen en secreto.

 

         En el mundo todo está cubierto por capas y cuando descubrimos una aparece otra debajo. Todas las cosas se encuentran dentro de otra. y no podemos ir al fondo de algo a no ser que se conozca el secreto del camino que hemos de recorrer.

 

         Dos cosas a tener en consideración si se quiere entender la naturaleza de la ilusión. La primera: lo que es variable es ilusión. La segunda: lo que es inestable es ilusión, porque lo inestable también es variable y viceversa.

 

         Existen dos leyes: la primera, aquello que se modifica; y la segunda, aquello que se disuelve, destruye o descompone. La única diferencia es que aunque ambas sean mudables, sólo en uno de los procesos podemos encontrar lo que es mutable. Si el carbón se ha transformado en diamante, podemos obtenerlo; pero cuando el alcohol se volatiza, no podemos volverlo a licuar.

 

         Usamos la palabra “falso” o “verdadero” de acuerdo con nuestro concepto de las cosas. Al oro lo llamamos por su nombre y a cualquier metal dorado lo llamamos imitación. A primera vista parecen lo mismo. Pero es la estabilidad del oro lo que nos hace denominarlo “verdadero”, porque es estable. Y la misma cosa decimos de una amistad.

 

         Por eso cuando vemos el mundo de la manifestación vemos ilusión en todas las cosas. Sólo hay una realidad a ser encontrada, y está en el fondo de todas las cosas; la realidad es el último concepto. Es como el cuerpo y el alma. El cuerpo es una ilusión y el alma es una realidad. Conocer la realidad es saber todo lo que hay para ser conocido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         SI intentamos comprender qué significa capacidad, podemos llegar a un gran secreto de la creación. Puedo decir que capacidad es como el óvulo de la creación. La manifestación, por lo que sabemos de conocido y por aquello que desconocemos, es una forma creada en una capacidad.

 

         Capacidad es aquello que forma una cavidad donde la acción penetrante de la existencia puede producir una substancia. ¿Qué es una estrella o un planeta? Capacidades. ¿Qué contienen? De acuerdo con la capacidad de cada uno, contienen una capacidad capaz de mantenerse dentro de sí misma y dar a luz. Un planeta pues, no es igual a otro, así como las estrellas.

 

         El mar es una capacidad donde los animales marinos nacen, viven y mueren, el aire también es una capacidad donde muchas criaturas viven, se mueven y tienen su ser. La tierra es una capacidad que contiene plantas, árboles, piedras, metales y otras substancias derivadas de ella. Todo es una capacidad: la piedra, el árbol, la fruta o una flor. De la flor nace el perfume y de la fruta el sabor. Del mismo modo, el ser vivo es una capacidad acabada y perfecta.

 

         Existen centros intuitivos en el cuerpo físico del hombre. Cada centro es una capacidad. Pocos saben esto. Esos centros se obstruyen cuando el hombre lleva una vida tan material que sus facultades psíquicas quedan anuladas. Todas las prácticas místicas de los iniciados, son dadas para que todas las capacidades existentes en nosotros se abran, activen y sean puestas en orden, para que el hombre pueda experimentar plenamente. La falta de aire, de energía y magnetismo, bloquean estos centros. Así es como perdemos nuestras capacidades intuitivas. Y eso prueba que, si una persona piensa en alguna cosa, crea una capacidad, como es la acción y el movimiento. Cuando el movimiento es muy lento, cuando no es activo, la capacidad no es aprovechada.

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         QUE existía antes de la Creación?  ¿Había inmovilidad o movimiento?  La ciencia descubrió que detrás de todo hay movimiento. Eso es real porque, lo que llamamos inmovilismo no deja de ser un movimiento, aunque los sentidos no lo perciban. Por ese motivo existen las montañas, los árboles viven, el hombre actúa y los cuerpos se mueven, únicamente por la fuerza del movimiento, de las vibraciones. La salud, alegría, tristeza y destrucción, son causadas por una velocidad más rápida o más lenta, o por una actividad especial de esas vibraciones. La enfermedad y la salud dependen de la ley de las vibraciones.

 

         Un diamante lo es porque vibra. Del mismo modo una persona es brillante porque su inteligencia vibra. Su capacidad de comprender está de acuerdo con el ritmo de su vibración. Se puede siempre notar que una persona brillante es quien comprende las cosas con mayor rapidez, mejor y más profundamente. Cuando no se tiene el brillo de la vibración, comprender tiene un costo mucho mayor en tiempo.

 

         Llegamos a la comprensión de que todo fenómeno es un fenómeno de capacidad y que de acuerdo con esa capacidad, es creado todo lo que en ella se contiene. Como cada cosa y cada ser vibra de acuerdo con su capacidad, los resultados también son de acuerdo con ella. Reciben la resonancia de ese ritmo. Esa resonancia es semejante a lo que sentimos cuando estamos cansados, deprimidos, alegres o fuertes. Todas estas maneras de sentir están y son motivadas por nuestro propio ritmo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         TODAS las cosas que existen y son perceptibles por nuestros sentidos, vibran. Si la vibración no fuera posible, no habría colores ni brillos para ser percibidos. Cuando un árbol crece y la fruta madura, o cuando las flores nos muestran sus colores, es porque hay una vibración en diferentes escalas. Nuestras vidas están también sometidas a esta ley de vibraciones que gobierna la existencia de nuestros cuerpos físicos, así como los sentimientos y pensamientos. Si quisiera dar una explicación de la electricidad, podría decir que su misterio consiste en las vibraciones. Y, finalmente, diría que las vibraciones que constituyen las formas de los cuerpos en todas sus manifestaciones, no existirían si no hubiese un principio básico llamado luz.

 

         Dice la Biblia que en el principio se hizo la luz. Esa fue la primera forma y a partir de ahí fueron creadas todas las otras.

 

         Tanto la causa como el efecto de las cosas están sometidas a las vibraciones. La vibración causa movimiento, rotación, circulación; es la rotación de los planetas, la circulación de la sangre. Todo lo que tiene vida es vibración.

 

         Depende de la velocidad de las vibraciones el que una cosa sea visible o audible. Todo lo que es visible es audible. El que no lo percibamos con los ojos o no  lo sientan nuestros oídos, no quiere decir que no exista, ello solamente demuestra que somos limitados.

 

         Eso es una prueba de que todo tiene sonido y forma. Si los ojos físicos no pueden verlo, la mente puede reconocerlo, lo que explica que todo consiste en una diferencia de vibraciones y de planos donde estas ocurren. Son los diferentes grados de vibración lo que hacen que las formas sean perceptibles y audibles para nosotros.

 

         Lo que llamamos vida y muerte es, tanto una como la otra, una existencia reconocida dentro de un cierto grado de vibración. Si decimos: “Esta hoja del rosal está muerta”, es un cambio de vibración quien la hizo morir. De acuerdo con esta ley  no está muerta, sólo está en un ritmo diferente de vibración. Si estuviese muerta, cuando la tomamos para hacer una infusión y curar nuestra enfermedad, no ejercería ningún efecto sobre nosotros.

 

         El cuerpo de un animal muerto, no sería un alimento si no tuviese una vibración. Aún tiene un tipo de vida que es transmitida al cuerpo del hombre a través del aparato digestivo. La diferencia entre comer vegetales frescos o en conserva, es debida a una diferencia vibratoria y ella hace que tengan menor influencia sobre nuestra salud.

 

         Lo mismo sucede con todas las cosas. Cuando comenzamos a ver la vida bajo este punto de vista, somos conscientes de que nacimiento y muerte son simplemente conceptos nuestros, que todo está vivo. Hay sólo alteraciones de cuerpos para otras dimensiones de las formas. Es una diferencia de ritmo.

 

         Los diferentes estados de la vida son fenómenos de vibración, tal como: infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez. La fuerza y la debilidad, la acción y el reposo, son velocidades de vibración. Detrás de una enfermedad hay vibraciones incorrectas actuando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EL espacio es negativo, y permite que sus latidos sigan el mismo ritmo de aquello que carga y que llamamos atmósfera. Y, al mismo tiempo, es positivo, porque lo absorbe y asimila todo. Cuando alguien dice que la atmósfera de un lugar lo calma o lo excita, está diciendo que la impresión de algo que cargó aquella atmósfera aún continúa en el lugar.

 

         La atmósfera puede ser de dos especies: la de la presencia y la de la ausencia. Cuando en una persona hay un cambio, la atmósfera se modifica. Cuando estamos en meditación, en silencio o reposo, la atmósfera es tranquilizadora. Cuando estamos inquietos, preocupados o agitados, la atmósfera adquiere nuestro pensamiento. El motivo es que el aire está cargado con las vibraciones de la persona o grupo allí presente.

 

         La atmósfera creada por una persona y dejada en un espacio, permanece inalterable, aunque con el tiempo va perdiendo vitalidad. Permanece más tiempo del que podamos imaginar.

 

         No es sólo el hombre el que crea una atmósfera, sino que ella se crea también en el hombre. Una persona pacífica se puede sentir inquieta en un lugar con una atmósfera inquietante y lo mismo sucede a la inversa. Hay algunos que consiguen que la atmósfera les cuente su historia. Podemos preguntar por qué es así, pero quien percibe las vibraciones puede comprender su lenguaje, igual que un músico para quien cada nota le dice algo especial. En la mente del artista la nota es diferente y él sabe a que tema corresponde cada una, su sentimiento, su sentido y su efecto. Para quien no es músico, una melodía puede ser calmante, pero para el músico es una cosa viva, con alma, es comunicación. Igualmente, quien percibe la atmósfera, sabe de ella algo especial que nos es ajeno.

 

         Hay otra manera de ver este asunto. Todo lo que una persona siente, piensa y dice, crea un ambiente. Todos los sentimientos, como el humor, el pesar, la pasión, la ira, crea una atmósfera expresiva. Nadie es capaz de crear una falsa atmósfera, o sea, un ambiente diferente de su propio estado. Alguien preguntó a un Maestro cuál era la señal de un santo y él respondió: “Nunca juzgues a un santo por lo que dice o hace, siente el ambiente a su alrededor y te dirá quién es”. Este es el secreto que hay tras los sabios, santos y profetas.

 

 

 

 

         LUZ es algo que tiene tres aspectos principales: la fuente de toda luz, la luz solar y la luz en el sentido común de la palabra.

 

         El primer aspecto es la luz que percibimos como inteligencia; el segundo es la luz que vemos como el sol y el tercer aspecto es la luz que usamos en nuestra vida diaria. La ciencia considera a la inteligencia como el resultado de un proceso que se desarrolla gradualmente, del cual el hombre es la meta, si lo comparamos con otros seres vivos. De la manera que comprendemos la palabra inteligencia, ella no significa “la fuente de la luz”, sino de una forma limitada. La inteligencia en su estado original es algo diferente de lo que comprendemos actualmente.

 

         Aún la inteligencia se puede dividir en tres aspectos diferentes: inteligencia original, inteligencia en desarrollo e inteligencia en el sentido de facultad usada por el hombre.

 

         En su primer aspecto, es el Ser Supremo; en el segundo, es inteligencia de lo conocido más el conocimiento; en el tercer aspecto, la inteligencia es limitada, porque se muestra a través de la capacidad humana. En otro aspecto, la primera puede ser inteligencia no despertada, el segundo aspecto inteligencia despierta y el tercero inteligencia limitada.

 

         De los tres modos la inteligencia es la misma. La primera es muy superior, porque aunque es desconocida, la sentimos a través de la Creación cósmica. La segunda, la luz del sol, es una inteligencia vibrante en perpetuo movimiento. Por ella vivimos y somos. La tercera, es la luz de las cosas. Todo tiene su propia luz y color. Cada substancia, se muestra a través de la radiación y comparte la luz del sol.

 

         Cuando pensamos en la luz en nuestra vida, la podemos dividir también en tres partes: la primera es la luz que nos deja ver las cosas. La segunda es la capacidad del ojo cuando ve la existencia. La tercera, es la radiación que pertenece a la esencia que se revela, como el fósforo o cualquier substancia química, que no necesitan otra luz y tienen su propia radiación.

 

 

 

 

 

         EN todos los tiempos, los pensadores reconocieron el aspecto triple de la naturaleza. Dieron a esta triplicidad nombres diferentes de acuerdo con la terminología de sus creencias. Le agregaron una interpretación de acuerdo con la época y el espacio. Los hindúes la llamaron “Trimurti” y personificaba las tres personas: Brahma el Creador, Vishnu el Sustentador   y Shiva el Destructor. Esa idea no sólo se aplicaba a Dios sino que era toda la Naturaleza. El fuego, el combustible que lo alimenta y el aire que apaga la llama.

 

         En todos los seres y las cosas, en las causas y los efectos, esos tres aspectos pueden ser vistos. Toda cosa presenta estos tres aspectos, aunque en algunas haya algún aspecto más significativo que otro. En cada persona también están presentes. Podemos verlo en lo que hacemos. Pensar es creativo, recordar es sustentador y olvidar es la última acción, que podemos llamar asimilar. La asimilación de alguna cosa es, en cierta manera, su desaparición. Lo que es asimilado ya no es la misma cosa.

 

         Está el olvido. A veces olvidamos algo, pero sigue en el subconsciente. Decimos: “Olvidé”, pero cuando se intenta recordar, lo olvidado salta a la memoria, lo que prueba que no fue asimilado, aunque sí olvidado. Es una forma ligera de asimilar, aunque la verdadera es olvidar completamente. Olvidar no es tan fácil como creemos. Es fácil decir: “Olvida”, pero en realidad no lo es, especialmente lo que más queremos olvidar.

 

         Me preguntaron una vez: “¿Encontraremos en otra vida a las personas amadas que hemos perdido?” Le respondí: “Encontraremos lo que hemos amado y lo que habíamos odiado”. Todos estamos preparados para encontrar lo amado, pero no estamos dispuestos a volver a ver lo que aborrecimos. Es lo que nos gustaría olvidar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EL espíritu de todas las cosas y seres está tanto del lado de dentro como del lado de fuera. Un metal, una piedra, una fruta o una flor, todas tienen dentro de sí un espíritu, aunque oculto. Ese espíritu continúa existiendo aunque la forma haya dejado aparentemente de vivir. La madera del árbol conserva la esencia olorosa aún después de seco. La chispa de fuego está oculta en el pedernal frío. En la fruta hay una semilla que contiene su esencia.

 

         Pocos son capaces de encontrar espíritu en el vacío, pero ahí hay un fenómeno. No es imaginación cuando se dice que algunos pueblos antiguos  creían en el espíritu de los árboles, de las montañas, pues no existe nada que no tenga espíritu, aunque no podamos verlo. Vemos el exterior del objeto, pero de la misma manera hay un espíritu oculto.

 

         Las cualidades de las cosas deben ser encontradas en su espíritu y nunca en las propias cosas. Esa esencia a veces es cien veces más potente que la cosa de la cual es extraída. En química, sabemos como extraer la parte viva y oculta dentro de cada substancia.

 

         El espacio no está sólo lleno de substancia, está lleno de espíritu. Ideas como la existencia de otro mundo y de planos diferentes, son enseñadas por los religiosos y filósofos para dar a las personas una noción del mundo interior, pero la verdad es que no existe nada en el espacio en que no hayan seres con una forma que nuestra limitada visión no pueden ver. La razón es que la luz es más clara para nuestra percepción interna y muy débil o nula para los ojos exteriores.

 

         La esfera del pensamiento es diferente, es otra dimensión. Los detalles vienen al pensamiento y los contornos a los ojos. Ese es el motivo por el que idealizamos más fácilmente, porque los ojos internos ven de manera distinta a los físicos.

 

         ¿Qué nos limita y priva de visión de lo visible y lo invisible? El primer lugar, mundo invisible es un nombre inventado por conveniencia. El mundo invisible es el mundo visible y viceversa. El que llamamos otro mundo es el mismo mundo en el que estamos, sólo que está velado a nuestros ojos. Una persona no ve el mundo invisible porque está tan acostumbrada a observar lo que tiene delante de sí, que no ve nada más. Nunca se vuelve hacia su interior para que ver lo que existe dentro.

 

 

 

         CUANDO hablamos, usamos muchas veces las palabras espíritu y materia. El significado de estas palabras no es el mismo para todos. Algunos encuentran que “espíritu es una cosa y materia es otra; que ni la materia es espíritu ni el espíritu es materia”.

 

         Un materialista dirá: “no existe algo llamado espíritu, todo lo que hay es materia”, y otra persona dirá: “la palabra materia no existe. Es pura ilusión, lo que hay es el espíritu”.

 

         Somos libres para creer en lo queramos, pero si raciocinamos profundamente la vida, vemos las cosas de modo diferente. El hielo y el agua son dos cosas, y su verdadera naturaleza es una. Igual que el espíritu y la materia. La materia es una fase pasajera del espíritu y el hombre duda que la materia, que tiene millares de formas, realmente se transforme en espíritu.

 

         En realidad, la materia viene del espíritu, en su verdadera naturaleza lo es. Es un proceso del espíritu, que se materializó y se tornó inteligible a nuestros sentidos, escondiéndose luego en la materia. Así, a los ojos que ven la vida superficialmente, la existencia del espíritu no es visible.

 

         Está escrito: “Todo viene de Dios y a Él retorna”. Podemos simplemente decir que todo viene del espíritu y hacia él vuelve. ¿Qué significa la muerte para el espíritu? El espíritu nada es para la materia al igual que la materia para el espíritu no significa nada. El espíritu siente la falta de la materia en su condición activa limitada. Cuando está en un proceso de manifestación, necesita de una forma y a través de ella experimenta la vida de manera limitada, pero en su verdadera naturaleza es auto-suficiente, no necesita experiencias, las tiene en sí, nada desea. Y en ese estado podemos llamar a la materia de positiva y al espíritu de negativo. Hay un motivo para cada caso. Al llamar a la materia de positiva estamos en la verdad, ella es como un retrato, con el espíritu detrás. Nos inclinamos a llamar a la foto de parte positiva y no lo que refleja, pero si llamamos positivo al espíritu no nos equivocamos, porque la materia viene de él y el espíritu un día la consumirá.

 

 

 

 

 

 

         EL misticismo puede ser considerado la esencia de todo el conocimiento. Es como un perfume que tiene su propia fragancia. No vemos el perfume, sino el objeto que lo desprende. No escuchamos muchas palabras del místico explicando lo que es la espiritualidad, sino que percibimos su dulzura, su santidad.

 

         Para un místico los rituales y las ceremonias no son importantes, aunque tome parte en ellas. El hombre que no ha llegado a un alto grado de evolución, es el que dice: “He llegado a un grado muy avanzado y no tolero las formas exteriores”, y se rebela contra ellas, pero el místico lo tolera todo, porque interpreta la vida de acuerdo con su grado de evolución. Aprecia el significado del ritual. Interpreta las ceremonias de acuerdo con su sabiduría e interpreta lo que jamás soñó el oficiante del ritual.

 

         Es una gran verdad: el misticismo no puede ser definido por medio de palabras, como doctrinas, teorías o filosofías, porque es una experiencia interior. Para saberlo hay que pasar por ello. En sí, la palabra no tiene significado. Es necesario una experiencia interna para comprender su significado y totalidad. No hay un libro sobre misticismo y los pocos que hablan sobre él, dicen cosas diferentes de la verdadera experiencia. La razón de ser un asunto tan vago es que es algo muy valioso. Si existe un conocimiento digno de valor, es la sabiduría y la ciencia que se adquiere a través de las experiencias místicas.

 

         La dificultad está en que hay casi-místicos, personas que entienden la décima parte de la mística, y los llamamos como si lo conocieran todo. Ésta es la causa de la confusión. Los verdaderos místicos siempre están de acuerdo, porque las experiencias interiores unifican; las modificaciones corresponden siempre al exterior. Cuanto más avanzamos en la vida espiritual, más experiencias idénticas a las de otros que están en el mismo sendero. Quien especula nunca está satisfecho de lo que sabe y va aprendiendo, está siempre en duda, indagando si lo que conoce es total o está falto de algo que lo complete.

 

 

 

 

 

 

 

 

         NADA en el mundo nos puede dar más felicidad que la sabiduría. Todas las demás cosas que aparentemente nos satisfacen sólo son importante en el momento adecuado. Después que pasa, todo sigue igual que antes. El objetivo de la vida es la adquisición de sabiduría. La base de esta seguridad está en las palabras del Evangelio: “Busca primero el reino de Dios y todas las otras cosas te serán dadas por añadidura”. El hombre encuentra su “Ser” en la búsqueda de Dios.

 

         La espiritualidad enseña al hombre cómo se produce el nacimiento de su Ser y permite que éste se comunique con la vida. No se trata de historias de santos o de sabios que hayan hablado con árboles, plantas, animales o pájaros. Un hombre que vive a través de su Ser, puede establecer esa comunicación plenamente.

 

         La idea que se tiene de un hombre espiritual es la de un soñador, un hombre intoxicado, pero no es nada de eso: el espiritualista sabe que son los demás los que están en ese estado que a él se le supone, porque el conocimiento espiritual lleva al hombre siempre a la sobriedad en todas las cosas. Tienen razón algunos cuando dicen que un espiritualista parece ajeno a las cosas que interesan a los demás, pues no presta ninguna atención a cosas que a otros les preocupan, a las que dan gran valor, ni juzga a las personas bajo la misma luz, ni piensa en Dios como los demás. Nadie comprende su lenguaje, aunque él comprende perfectamente a los demás. Así que la mejor definición que puedo dar de un espiritualista es ser un comunicador con la vida.

 

         Sin duda se nace espiritual. Es un cierto tipo de mente que nace con esa cualidad, pero también este estado puede ser adquirido. Una persona que nace con una vocación espiritual, mostrará siempre esas tendencias desde su niñez, pero cuando la espiritualidad se adquiere durante la vida es una realización de mucho valor, porque hay una voluntad de parte de esta persona.

 

        

 

 

 

 

 

 

 

         LA llegada del espíritu desde su lugar de origen para la tierra y su vuelta desde la materia hacia su estado original, es lo que llamamos “la jornada de la vida”.

 

         El significado de la vida, tal como la comprendemos, es esta jornada. La condición del espíritu antes de esa jornada no es reconocida ni admitida por muchas personas. Para esa gente que sólo se agarran a sus personalidades y desconocen aún un horizonte más vasto de conocimiento, es muy difícil absorber este conocimiento. Como no conocen más que sus personas y circunstancias, y no siendo Dios para ellas más que una idea, muchas veces se sienten desorientadas y sin energías.

 

         Hay una diferencia entre lo eterno y lo perpétuo. La palabra eterno no puede ser ligada al alma, pues lo que tiene nacimiento tiene muerte, un principio y un fin, no puede ser eterno, aunque pueda ser perpetuo. Es perpetuo de acuerdo con nuestra concepción; dura más allá de lo que podamos concebir y comprender, pero cuando llegamos a lo eterno, sólo Dios es eterno.

 

         Las diferentes esferas, como la angelical y la de las otras entidades, son como una arcilla que es preparada para ser usada por el alma. En otras palabras, el alma toma prestada de la esfera angelical un material virginal de esa dimensión. Lo llamo materia porque no tengo otro nombre para ella. De la dimensión de otras entidades superiores, el alma toma la sustancia de esa esfera y con ella cubre la esencia tomada antes de los ángeles. Después el alma se rodea de la sustancia tomada en el mundo físico.

 

         Analizando el caudal tomado en la dimensión física, podemos llegar a un más claro concepto de la idea, pensando que toda creación fue hecha para que el hombre pudiese ser creado para una meta final, y que todo lo  hecho antes fue una preparación. Los dos primeros estadios fueron preparatorios para que el alma pudiese alcanzar la manifestación material.

 

         Así llegamos al análisis de las cuatro diferentes arcillas de que se compone el cuerpo del hombre. La primera viene del reino mineral. Rocas y montañas fueron creadas en primer lugar, le siguen los árboles y las plantas y el tercer proceso fue aquella sustancia que al principio fue roca y después árbol y planta, más tarde se hizo más viva y se manifestó como animal y ave. Y fue de esa misma substancia que se construyó el cuerpo del hombre. Es como si la Creación hubiese hecho un barro para el hombre, que primeramente fue denso, después más ligero en  forma de planta, siguió más vibrante en los cuerpos animales, hasta que se hizo refinado, para que en el cuarto estadio se transformase en sustancia para el cuerpo humano.

 

         Es por ese motivo que el hombre depende de todas esas sustancias para su sustento. Porque el cuerpo del hombre es hecho de esos elementos; la carne, la sangre, la piel y los huesos, representan las cuatro diferentes arcillas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         TODA la lucha del hombre es elevar su consciencia al más alto nivel posible. Lo que esta elevación de consciencia significa y cómo se eleva, puede ser mejor entendido por aquél que comenzó a practicarla. La mejor manera es por el ideal-Dios; por tanto, a pesar de lo mucho que alguien haya estudiado filosofía y encontrado alguna verdad sobre su propio ser, no es suficiente para el propósito de la vida, porque ésta se sitúa en la superación de la consciencia.

 

         Podemos ver esta tendencia en la elevación de las ondas del mar, siempre intentando alcanzar más altura. Cuando no pueden, ellas caen para nuevamente elevarse. La tendencia de los animales para estar sobre sus patas traseras es una tendencia de elevación; los peces disfrutan en acompañar a las olas del mar; la mayor alegría de un ave es volar muy alto. Y el hombre, cuya alma lucha por elevarse, es el más erecto de los seres vivos y el único que vive en pie.

 

         Existen luchas que empujan a las personas hacia abajo a los ojos de los demás y de sus propias consciencias y luchas que nos elevan a los ojos de los otros y de nosotros mismos. Un hombre espiritual se eleva por su consciencia, en lugar de caer bajo ella. Puede ir tan lejos que se hace independiente de lo que dicen los otros, porque cuando se avanza hacia adelante y hacia arriba es el menos comprendido de los mortales. A esto algunos le llaman orgullo, pero ese orgulloso heredará el reino de los cielos. Es el orgullo de Dios que hace al espiritualista sentir el vacío de todas las otras cosas de este mundo, la insignificancia de las cosas a las que muchas personas dan tanta importancia. Para un espiritualista, caer significa estar debajo de su propio ideal y elevarse es subir constantemente en dirección a la luz.

 

         No hay otra ley que gobierne al hombre espiritual que no sea esta ley, la ley de la consciencia, la lucha entre las cosas que te materializan, que te hacen caer, y entre aquellas que te descargan de tus pesos y culpas y te hacen más dinámico al elevar tu consciencia por encima de todas las cosas de este mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

         AQUELLO que más atrae a un ser espiritual se llama Naturaleza. Ella es su pan y su vino, la naturaleza es el alimento del alma, lo inspira, lo anima y le da la soledad que ansía para su reposo. Cada alma que nace con una tendencia hacia las cosas del espíritu se inclina para la naturaleza. Dice el poeta: “El arte es amado por mi corazón, pero la naturaleza está cerca de mi alma”.

 

         Hay personas para quienes la naturaleza es un calmante, aunque no tengan tendencias espirituales. Para ellos significa la paz. No es sorprendente que los sabios, los místicos y los profetas de todas las épocas buscaran refugio en la naturaleza. Consideraban las cavernas en las montañas, como las mejores residencias y apreciaban el abrigo de la sombra de los árboles; preferían mirar el agua corriendo por el cauce de un arroyo a la multitud gritando en el mercado público y disfrutaban más de las playas que de las ciudades; escogían contemplar  la luna, los planetas, el sol, las estrellas, a cualquier obra realizada por el hombre.

 

         Desde el punto de vista espiritual la naturaleza tiene cuatro aspectos diferentes. El bosque, el desierto, los valles con las pequeñas colinas y el amanecer y la puesta del sol; las noches de luna y el brillo de las estrellas. Para un sabio del espíritu son como letras y números hechos por el Creador para ser leídos. El mundo de manifestación es como un libro escrito. El desierto infecundo, los espesos bosques, el susurro del viento, el temblar de las hojas en las ramas de los árboles, el murmullo de las fuentes, son como melodías en los oídos del sabio espectador. Ninguna música es tan grandiosa como esta. El tambor sonoro del trueno, el silbar del viento, el soplo de la brisa matinal, transmiten un significado escondido. Es el cuadro de la vida, una pintura viva, que en todo momento revela al corazón un nuevo secreto, un nuevo misterio para ser vivido. Este es el primer aspecto.

 

         El segundo es el de la creación animal. Los pequeños seres que se arrastran por el suelo, los pájaros cantando en los árboles, los carnívoros rugiendo, avisando que van en busca de una presa, el caballo con su gracia galopando por la sabana, los ciervos con la belleza de sus cuerpos ágiles, todos ellos dicen algo. Es como una canción sin palabras. Los antiguos usaban en su simbología la cabeza de un tigre, la imagen de un águila, la silueta de un león. Eran figuras que representaban unas características que habían descubierto a través de la observación de este aspecto de la naturaleza.

 

         Hay un aspecto aún más interesante y no se necesita ir muy lejos para observarlo. ¿Qué puede ser? Es descifrar la naturaleza humana y observar sus cambios, su progreso, degradación, evolución. Es interesante sentir que, a pesar de todas las dificultades que el mundo presenta, vale la pena vivir cuando se comienza a notar que los que iban avanzando retroceden y los que retrocedían se adelantan; cuando se observa que una persona es ahogada por la vida sin haber caído en el agua y cómo otra en las mismas circunstancias se salva; cuando vemos amigos que se transforman en enemigos  y como éstos un día vuelven a ser amigos. Aquellos que observan la naturaleza humana adquieren tal interés por la vida, que se hacen suficientemente fuertes para soportarlo todo, tolerar todo y resistir pacientemente.

 

         El cuarto aspecto es ver la naturaleza divina realizando el significado del dicho: “El hombre propone y Dios dispone”. Cuando alguien es capaz de ver en la vida la obra de Dios, un espacio diferente se abre ante él y entoncés no vuelve a mirar el mundo tal como los demás lo hacen, porque comienza a ver no sólo la máquina funcionando, sino al ingeniero haciendo que funcione. Esto ofrece un mayor interés. Si alguien tuviese que ser sacrificado no importaría, porque se elevaría por encima del dolor y siente que vale la pena estar vivo, observando este fenómeno que le da, durante su vida, la prueba de la existencia de Dios.

 

         Estos son los cuatro aspectos de la vida de la naturaleza. Son las Sagradas Escrituras para muchos sabios. Todos los libros sagrados son interpretaciones de este libro, ofrecido para los que tienen los ojos claros y que después intentarán transmitir a la humanidad lo mejor de todo lo que han aprendido, en el lenguaje humano, que es una lengua de limitaciones.

 

         La naturaleza nos enseña la gloria de Dios. La propia naturaleza es la gloria de Dios. Esa inmensa naturaleza en sus cuatro aspectos es siempre reveladora y podemos siempre comunicarnos con ella. Desde el momento que el hombre abre los ojos y aprende a leer en el libro de la naturaleza, comienza a vivir y continúa viviendo eternamente.

 

 

 

 

 

 

         LA fraternidad parece ser una inclinación interior del hombre, a pesar de mostrar una inclinación opuesta, como la bondad, aunque encontremos con más frecuencia su opuesto.

 

         Hay diversos tipos de fraternidad. Está la profesional, como las profesiones, gremios, sindicatos. En apariencia es una fraternidad, porque de hecho sus miembros tienen objetivos comunes, intereses de profesión. Son hermanos por sus ventajas materiales. Pero hay otro lado: todos aquellos que no son de la misma profesión no son sentidos como hermanos, y pueden ser objeto de intereses a explotar.

 

         Hay otra fraternidad llamada federación. Es un tipo de comercio en el que se unen por un interés común con aquellos que dependen de su comercio o de lo que ellos venden. Si están de acuerdo en sus lucros se ven en hermandad, pero desde el momento que los intereses de ellos corren un riesgo la fraternidad termina, porque están unidos por estos intereses.

 

         Hay otra fraternidad en la política, donde los hombres se dividen en partidos. Esta incluso puede ser vista en forma de naciones. Los partidos se forman para luchar contra otros partidos llamados oposición. Las naciones están unidas mientras sus intereses no choquen contra los de la otra nación. La fraternidad en estos casos es una palabra adoptada, para fortificar intereses propios.

 

         Y el otro tipo de fraternidad, es el  de las personas unidas por pertenecer a una religión. Los que siguen una moral particular y entre ellos se llaman hermanos. Cualquier otra persona que tal vez siga mejores principios, es rechazada en razón de no pertenecer a esa iglesia. No hay duda de que esa fraternidad se amplía mucho más que las otras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         UNO de los aspectos del magnetismo personal es el magnetismo físico, que se compone de tres clases de elementos de atracción. La primera es cuando existe un perfecto funcionamiento del cuerpo, regularidades en sus funciones, una circulación perfecta de la sangre y el cuerpo recibiendo su debido cuidado. La segunda clase es el atractivo de la figura y de las facciones con las que las personas son agraciadas al nacer. La tercera es originada por la armonía de los movimientos en la persona. Quien no posee ninguna de esas tres cosas, no posee magnetismo. Así como hay floración en los árboles, también en la vida de una persona hay una ocasión en que ella florece, tiempo que llamamos juventud, en el que se expresa el magnetismo en toda su plenitud. Viene como surgen las estaciones del año y desaparece cuando se van.

 

         El segundo aspecto del magnetismo es el magnetismo mental. Una persona que posea ideas  y sea juiciosa, rápida en la captación de las cosas, que tiene capacidad para transmitir sus ideas a otros, tiene poder magnético. Ese magnetismo del pensamiento se puede dividir en tres clases: Una es la reflexión. La persona reflexiva puede no decir palabras, puede no hacer nada, pero el simple hecho de ser reflexiva atrae a otros. La segunda clase es aquella en que el magnetismo mental se manifiesta en la manera de hablar, en la expresión, en el razonamiento. Los que están en presencia de una persona que posee una mente viva y ágil, son inmediatamente conquistados por su magnetismo. La tercera clase de magnetismo de la mente es el poder de percepción y de concepción. Hay personas por quien nos sentimos inmediatamente atraídos, que comprenden lo que estamos diciendo y deseamos expresar. Ese tipo de personas no necesitan hablar o explicar cosa alguna para mostrar su poder magnético: basta sentarse a su lado y escuchar, para sentirnos unidos a ella.

 

         El tercer aspecto del magnetismo es el magnetismo del corazón. Es más poderoso que el magnetismo de la mente, porque éste toca la superficie, mientras que el magnetismo del corazón toca la parte más profunda de una persona. El corazón puede ser descrito como un fuego incandescente cuando está vivo y si está muerto es como la nieve helada. El magnetismo del corazón no necesita de ningún tipo de expresión, pues quien posee un corazón amoroso es indudablemente una persona magnética. Por tanto, nadie necesita proclamar que ama, porque el amor habla por sí mismo y no necesita palabras. El fuego no necesita gritar: “Yo estoy ardiendo”, pues el calor se hace sentir sin palabras.

 

         El magnetismo del corazón puede ser dividido en tres clases: una es la del corazón que recibe amor. Tiene el magnetismo de la luna.

 

         La segunda clase es la del corazón que ama. Tiene una fuerza más poderosa, un magnetismo que puede ser comparado con el Sol, brillante y poderoso.

        

         La tercera clase de amor es mayor aún, más refinado y sutil que los dos anteriormente mencionados; evoluciona cuando el amor se transforma en una continua fuente, con sus corrientes de agua elevándose y cayendo en millares de gotas. Es el amor de las almas que no pueden hacer otra cosa sino amar, es el amor de las almas que sólo saben amar y nunca odian, es el amor de las almas que ya no son dueñas del amor y se transforman en el propio amor. Su magnetismo se esparce en un horizonte más amplio. Esas almas aman mucho más de lo que podamos imaginar. Todo lo que ese amor da al mundo permanece y nunca morirá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         NO hay mucha diferencia entre magnetismo y vibración, pero es común utilizar la palabra vibración para designar lo que sentimos de una forma o de otra. No somos en general conscientes del magnetismo que a veces no comprendemos, a pesar de que nos causa un efecto. A veces pueden actuar por un periodo muy largo antes de tener consciencia de él. En el aspecto que nos parece inteligible  lo llamamos vibración, porque sentimos el movimiento que nos produce interiormente.

 

         No siempre sentimos atracción o rechazo al encontrar una persona, aunque sea posible que pueda suceder. Esto ocurre en un instante de tiempo. Cuanto más refinado es el hombre  más despierto está para estas sensaciones de atracción o rechazo. La única diferencia que existe con un sabio es que él lo ve todo y se eleva por encima de las cosas, al paso que quien tiene la sensación, en una escala menor, reacciona al instante. No obstante, cada uno de nosotros causa una impresión instantánea que lleva a la atracción o a la repulsa.

 

         Estoy hablando del magnetismo bajo un punto de vista físico. La primera cosa importante y que actúa sobre otra persona es la figura y la forma fisonómica del ser humano. La razón es que cada individuo es responsable parcialmente, si no totalmente, de su figura y presentación. Esta no sólo representa trazos familiares, sino que habla de la mentalidad de la persona, la actitud ante la vida, sus perspectivas y sus condiciones. El primer principio en relación con ello, más la constitución física, son las proporciones. De eso depende el atractivo o el rechazo. No hay duda de que cada uno ve las cosas de manera diferente, por lo que la impresión es también distinta. Cuando analizamos este asunto bajo el punto de vista artístico, hallamos que existe un sentido más desarrollado en algunas personas y menos en otras, sentido despertado por las líneas y el color.

 

         Otro aspecto puede ser visto en la regularidad del funcionamiento del cuerpo, en la circulación sanguínea y en la pureza de la piel, tanto interna como externamente. El magnetismo es mantenido por una vida regular y por la alimentación adecuada. Cuando el hombre es absorbido por sus negocios, negligencia con frecuencia su cuerpo, vehículo de expresión espiritual. Esa falta a veces es causada por la rutina laboral, por la falta de reflexión o por no querer molestarse en pensar.

 

         Otros aspectos son los movimientos en el andar, sentarse, comer, beber. En cada uno de ellos se reflejan las tendencias de nuestra mente. Por el movimiento de una persona vemos su fortaleza o debilidad. Su alegría o infelicidad. Quien hace movimientos falsos y torpes  tendrá una mente turbada por oscuros pensamientos. Los movimientos groseros hablan de personas no educadas. No quiero decir con ello que debamos desarrollar movimientos artificiales en nuestra vida cotidiana para ser más atrayentes. Sería peor. Lo que atrae es el movimiento inocente y natural. Tener control sobre nuestros actos y actitudes nos dará magnetismo. Quien se mueve automáticamente pierde magnetismo, mas quien adquiere control sobre sus movimientos desarrolla un poder magnético, que se manifiesta de muchas maneras. ¿No es verdad que quién anda golpeando el suelo con los pies, posee algo duro en su cabeza? Las personas muestran sus tendencias animales en la manera de comer. Expresamos el estado de nuestra mente en la manera de sentarnos y en el de actuar en cada aspecto de nuestra vida.

 

         Muchos no ven nada de eso y mientras son afectados de alguna manera en sus relaciones. No tenemos más que ver lo que atraemos y lo que nos rechaza, sin que hagamos nada para ello. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EN numerosos casos, el magnetismo de la mente es mucho más poderoso que el magnetismo físico. El magnetismo mental puede ser dividido en cinco aspectos.

 

         El ser humano que posee una gran percepción, puede conquistar tanto el corazón del tonto como el del sabio, porque comprende los dos. El sabio procura conversar con alguien que pueda comprender su sabiduría, pero el tonto ansía encontrar alguien que escuche su historia y lo comprenda. Los tontos son siempre rechazados. Todos se cansan de oir sus historias y evitan su compañía. El sabio, con sus extraordinarios pensamientos de sabiduría, aunque se separa de las personas comunes, encuentra quienes puedan comprender sus ideas y su alegría es inmensa. Ese es el motivo por el que la persona que posee la facultad de la percepción es amada por todos.

 

         El segundo aspecto del magnetismo mental es el creativo, que se manifiesta componiendo música, escribiendo poemas y de muchas otras maneras. Este aspecto de la mente muestra la maravillosa cualidad divina llamada Creación. El genio creativo tiene siempre en las manos la espada de la victoria. Todo lo que hace resulta un éxito y da a su personalidad un magnetismo que atrae a todos los que comprenden su mérito.

 

         El tercer aspecto es el raciocinio, el juicio. El hombre que posee la facultad de razonar y hacer justicia, es buscado por todos. En él podemos confiar y estamos preparados para aceptar sus consejos. Esa facultad se manifiesta en todo lo que dice, conquistando a los que se sienten atraídos por él.

 

         El cuarto aspecto de la mente es la memoria. Una persona que recuerda versos, canciones, palabras o ideas, reune en su interior un caudal de conocimientos. Puede ser llamada erudita porque tiene en lo íntimo un almacén conteniendo todo lo que ha estudiado, experimentó y vio en la vida. Eso le confiere un magnetismo que atrae a los que dan valor a esta clase de conocimiento.

 

         A veces las personas quieren mejorar su memoria que es débil, intentan cada vez memorizar, pero no siempre la tentativa de usar una determinada facultad hace que ellas evolucionen. Recordamos con frecuencia cosas que no tienen ningún valor y que no necesitamos. El resultado es cansar a la memoria con excesos de pensamientos y no tenemos libertad para otros de mayor importancia. Eso puede llevar incluso a perturbaciones mentales. El mejor consejo en relación a la memoria es olvidar las cosas desagradables del pasado y recordar lo bello y hermoso que nos ha sucedido.

 

         El quinto aspecto de la mente es la sensibilidad, el sentimiento. La mente que posee un toque de sentimiento brilla como un diamante. Posee la cualidad del líquido, porque el calor del sentimiento torna la mente, fluída y cristalina. Quien tiene ese tipo de mente, muestra una cualidad fluída en todo lo que llamamos de espiritual. Ser espiritual es combinar sentimientos delicados, con el humor y la alegría. El pensamiento creado por esta cualidad se manifiesta en palabras y acciones. Es una manera ingeniosa de conquistar a quien posea una percepción sutil. Si en una reunión de personas se aproxima otra seria y rígida, sin sentido del humor, puede hasta destruir la atmósfera del lugar. Pero si alguien, aunque extraño, se junta con ese grupo y muestra cualidades espirituales, las conquista en pocos segundos. Esta mente puede ser llamada “mente danzante”. Puede hacer que las palabras dancen y sus frases nos proporcionan la misma alegría que sentimos cuando escuchamos una música agradable.

 

         La más importante de sus manifestaciones es el tacto. Todos podemos sentir, pensar, hablar y actuar, pero pocos usan el tacto. El magnetismo de una persona de tacto está mucho más allá de las palabras. Hay personas amorosas que no tienen este sentido y cuanto más quieren agradar a sus amigos, más los sobresaltan. Eso no significa que no tengan amor, sino que no poseen esa gran riqueza de la mente que se llama tacto.

 

        

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         HAY tres grados en el ritmo de la mente: la mente que crea lentamente y percibe también con escasa velocidad; la mente que crea con delicadeza y percibe de igual manera y la mente que crea pensamientos rápidos y ve velozmente.

 

         Hay un fenómeno especial manifestado por estos tres ritmos: cada uno tiene una influencia que los hacen diferentes. Una persona a quien le decimos alguna cosa y nos responde: “¿Me das un tiempo para pensar? ¿Te puedo contestar mañana sobre este asunto?” Posiblemente su respuesta sea valiosa, por haber sido meditada. La segunda persona, nos oye hablar y dice: “¿Qué ha querido decirme?” Le seguimos hablando. Y en cuanto hablamos de otro asunto, esa persona ha encontrado en su mente la respuesta adecuada de lo que habíamos dicho al principio. Y hay una tercera persona que responde antes de que terminemos la frase. Además de ni siquiera pensar en lo que estamos diciendo, tampoco nos escuchó. Se formó inmediatamente una opinión sobre lo que le decimos y nos dio una pronta respuesta. Esa persona se arriesga con facilidad a cometer errores.

 

         Puedo decir que hay dos mentalidades principales: la primera puede ser llamada mente viva y la segunda mente muerta. La mente viva lo demuestra por sus cualidades creativas y perceptivas, mientras que la mente muerta es reconocida por la ausencia de esas cualidades. El placer que un hombre siente con su mente clara y la mentalidad viva, es algo que no puede ser comparado con ningún placer terrenal.

 

         Una intelectualidad brillante confiere a quien la posee el placer de volar en el espacio y elevarse por encima de la materialidad. El pensador es como un pájaro que vuela comparado con el hombre que es como un animal sustentado sobre cuatro patas. La alegría del pájaro que vuela en el aire está por encima del placer del animal que anda afirmándose sobre la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EL corazón que vive y palpita, tiene la misma cualidad del Ser primero: Dios. Es por este motivo que el corazón humano es el mayor imán que existe. El aspecto primordial del Ser Divino es el amor, como dice la Biblia. La manifestación del amor en toda su plenitud, es encontrada en el corazón del hombre. Así, el despertar del corazón es el despertar de Dios. Si el corazón del hombre no ha despertado, es porque Dios aún duerme dentro de él.

 

         No existe nada en el mundo que mantenga a las personas tan unidas como la simpatía. Para la pregunta sobre lo que atrae o repele, la respuesta es simple: la simpatía atrae y la antipatía genera repulsa. Cuando hay antipatía por alguien, el magnetismo del corazón es devorado por el sentimiento negativo. Es por eso que las personas antipáticas pierden su magnetismo. Lo que la simpatía crea lo consume la antipatía.

 

         La nobleza del corazón atrae a los seres, animales y aves. A veces, cuando viajamos, encontramos personas que a pesar de no hablar nuestro idioma sentimos por ellas una amistad silenciosa. Aunque no habla nuestra lengua, su corazón habla y el nuestro escucha. El corazón vivo es un fenómeno tan maravilloso que no necesita explicación alguna. Una persona simpática no necesita decirle a otra: “Estoy a gusto contigo”, porque su simpatía ya expresa todo lo que siente. La voz del corazón penetra en nuestro compañero, aún antes de que podamos decir palabra alguna. No hay barreras de tierra ni de agua, el corazón por sí mismo es un fenómeno, Y no hablo en un sentido físico, sino del corazón en un sentido místico.

 

         Hay tres razones que llevan a una persona a ser atraída por otra. La primera razón es que la cualidad del corazón de una es semejante a la cualidad de la otra, con apenas diferencias. La segunda razón es que la cualidad del corazón de una es enteramente opuesta a la cualidad de la otra. Y la tercera razón es que en una persona existe un corazón y en la otra lo sustituye una piedra.

 

         La explicación para la primera razón es que lo semejante atrae a su semejante. La explicación para la segunda, es que una persona tiene una cualidad que se completa con la del segundo y juntas forman un corazón completo. Es por eso que se atraen. Vemos personas completamente diferentes y que, sin embargo, son amigas. La explicación para la tercera razón es que aquello que es muy refinado busca lo que es más denso para expresarse. ¿Las almas no son atraídas hacia la densidad de la tierra para nacer como mortales? ¿Las almas no son atraídas por el cuerpo que usan como un vestido para poder andar por este mundo de experiencias? Si el cielo puede ser atraído por la tierra, una persona espiritual puede ser atraída por alguien material. Lo que es delicado no puede existir sin lo que es denso. Por tanto, dos polos opuestos cuando se encuentran forman un todo perfecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

        

         SI fuera comparado con el poder de la mente y el magnetismo físico, el magnetismo del alma sería el mayor de todos. La palabra “alma” es tan poco comprendida que para muchos es difícil ver y distinguir sus cualidades. Mientras tanto, las cualidades del alma existen aunque distintas y diferentes de las cualidades del cuerpo y de la mente. Son mayores de las que llamamos virtudes y atraen mucho más que otras cualidades. Podemos llamarlas cualidades angelicales, pero ya que estamos conviviendo con seres humanos y poco tenemos que ver con los ángeles, es mejor llamarlas cualidades del alma.

 

         La principal cualidad del alma es la inocencia. El ignorante es el que no sabe, el inocente sabe y no sabe. Lo que nos atrae en un niño es su inocencia. El magnetimos que sentimos en la expresión de un niño tiene un halo celestial. El niño aún no sabe y por eso es inocente. Cuando el alma alcanza ese punto en que sabe y aún así es inocente, se vuelve divina. En general, las personas se engañan con un alma inocente y la llaman de persona simple. De hecho el alma de esa persona es simple, pero no de la manera que se la juzga. Cuando vemos generosidad en una persona pobre y humildad en una persona ilustre, cuando notamos naturalidad en un alma elevada y delicadeza en una personalidad fuerte, cuando percibimos una cualidad modesta en una persona valiente y un deseo de aprender en un hombre que sabe, podemos entonces ver que son cualidades que pertenecen al alma y son ellas las que conquistan el corazón del hombre. Las personas se sienten inconscientemente atraídas por esas cualidades. Sin comprenderlo se entregan al alma que muestra esas cualidades originales.

 

         Todo niño al nacer trae a la tierra las cualidades del alma, pero a medida que crece las olvida y aprende cualidades de orden material. Cuando esas cualidades egoístas maduran y se aprende el lado práctico de la vida, después de haber distinguido entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, el alma se desdobla y muestra las cualidades originales como principio de desdoblamiento. No es posible conservar la inocencia de un niño indefinidamente. Y aunque se quisiera preservarlo no se podría hacer, porque la vida en la tierra hace que la inocencia tome distancia. Al crecer, el niño se va haciendo cada vez más astuto y eso le da satisfacción. Las personas le dan a eso el nombre de buen sentido, de ser práctico o cualquier otro nombre que se quiera escoger y hasta dirán que se trata de sabiduría. Pero llega el tiempo de la madurez del alma y nace una nueva perspectiva en la vida del hombre. Todos los conocimientos adquiridos a través de la experiencia, de la inteligencia, de la práctica, del sentido común o de la sabiduría, caen de la cáscara que los envuelve y se muestran en su esencia. Y es cuando la inocencia se manifiesta como un resultado natural. No quiero decir que las personas inocentes  no sean sabias, aunque no lo parezcan. De acuerdo con mi punto de vista, es que los que son realmente inocentes conocen la esencia de la sabiduría, a pesar de parecer simples.

 

         Sin duda, una persona con las cualidades del alma no siempre es comprendida. El lenguaje que usa es diferente, pero quien posee las cualidades del alma tiene poder de penetración y para influenciar. Cuando leemos las vidas de los santos y constatamos la simplicidad con la que hablaban con los pájaros, árboles y flores, podemos comprender, si queremos comprender, que ellos no eran tan simples sino que sus mentes eran sabias y trabajaban de manera diferente. Una persona con estas cualidades del alma hace amigos entre los sabios, los tontos, los virtuosos y los pecadores, porque entre dos almas no hay barreras. El alma de uno toca el alma del otro y cuanto más a fondo la toca, más profundamente penetra en ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         EL magnetismo es algo que puede desperdiciarse, perderse y hasta volverse inactivo. Cuando una persona ejerce presuntuosamente el magnetismo que posee, se torna ineficaz, como también cuando lo ejerce con exageración. El magnetismo puede ser gastado si no se tiene fuerza y control para mantenerlo. Muchos poseen un gran magnetismo de una forma o de otra, pero desconociendo lo que él es, lo pierden en cada momento. Como se necesita de un cofre para guardar joyas, así se debe conocer la llave que controla cualquier tipo de magnetismo.

 

         El magnetismo puede ser desperdiciado de dos maneras: una persona poseedora de algún magnetismo, sin notarlo, puede ser robada por otra que lo hace consciente o inconscientemente. ¿Cómo puede una persona saber cuando roba consciente o inconscientemente el magnetismo a otra? Es fácil saberlo. Cuando ve que la persona no quiere escucharla, cuando se da cuenta de que no quiere estar con ella por mucho tiempo y siente que huye de su presencia, debe saber que roba inconscientemente el magnetismo de esa persona, esa es la razón por la cual lo evita. El magnetismo puede ser perdido también por falta de regularidad en la vida, por falta de conscienciación y desconocimiento de cómo conservarlo intacto. Estando consciente de su magnetismo la persona lo desarrolla, pero usándolo de manera ostentosa lo pierde. Siendo inconsciente de él, la persona retiene su encanto pero lo desarrolla de manera diluída.

 

         El magnetismo es una sustancia de la vida, un espíritu vivo. Tiene su ciencia especial. Cuanto más conoce alguien la ciencia del magnetismo, más será capaz de evaluarlo, mantenerlo y utilizarlo de la mejor manera posible. La acción desarrolla el magnetismo, pero el reposo lo controla, de ahí que las personas muy activas trabajen su magnetismo, pero sin capacidad de conservarlo. Nos captan con una mano y nos rechazan con la otra, no quedando nada de él. Es como ganar dinero por un lado, gastarlo por otro y estar siempre sin nada.

 

         Es necesario un esfuerzo continuo para controlar el magnetismo, pudiendo hacerse por medio de una cierta dosis de reserva, pero hay dos cosas a considerar: el exceso de reserva cierra las puertas a su crecimiento, así como el trabajo excesivo lleva a una persona al cansancio, mientras que el trabajo moderado desarrolla su sistema muscular. Lo mismo sucede con el magnetismo: cuando es usado continuamente se agota pronto, pero cuando no es usado más que de manera necesaria para ser cultivado y controlado, permanece en la cantidad apropiada.

 

         El magnetismo de la palabra es cultivado por el diálogo y también por el silencio. Una persona parlanchina puede ser interesante durante un corto espacio de tiempo, pero luego pierde su magnetismo. Lo expulsa hablando. Se pierde también hablando en voz baja o con demasiado énfasis o por un exagerado timbre de voz. El magnetismo es perdido por las expresiones soeces. Cuando un pastor llama a su ganado con voz alta, esto es para él una cosa natural. No pierde su magnetismo, al contrario, lo desarrolla, porque ese timbre de voz es natural. Mientras que un abogado si fuera al campo y llamara a una vaca con parecido tono de voz, perderá su magnetismo y la vaca no atenderá la llamada.

 

         Un orador encuentra dificultades cuando necesita hablar muy alto, porque habla mejor con su voz natural. Es desagradable tener que hablar en una sala mayor que la acostumbrada, porque al elevar la voz se pierde el efecto deseado. Sin duda, si se está acostumbrado a hablar para grandes audiencias, la voz ya está habituada y es algo natural, pero si no fuere ese el caso, todo poder se desvanece.

 

         Un meditador desarrolla su magnetismo por el pensamiento, pero cuando está muy ansioso por transmitirlo, lo pierde. Hay personas que antes de pensar sobre alguna cosa está ansiosa por hablar, y destruye en vez de crear una fuerza magnética. El magnetismo del sentimiento es igualmente poderoso. Su poder es tan grande que no hay palabras para explicarlo, pero las demasiadas expresiones de los sentimientos deja escapar el magnetismo. Somos atraídos por una persona bondadosa y huímos de las personas que están siempre derramando lágrimas.

 

         El magnetismo espiritual es el más valioso de todos, porque es el magnetismo del alma. Después que una persona comienza a mostrar su pequeña luz, aunque ella ilumine con brillantez el aceite comienza a extinguirse y la luz se hace poco visible. Es una tendencia humana; un pequeño estímulo espiritual da al hombre la voluntad de mostrarlo y después que la expresa en forma de palabras y hechos, pierde el magnetismo, pues aún no estaba maduro para su continuidad. Es como si un pedazo de carbón antes de convertirse en diamante comenzara a brillar. El seguirá siendo carbón y jamás podrá ser diamante. El misterio es que el magnetismo es desarrollado por el uso y control de las reservas que hacemos de él. Es necesario conocer el equilibrio correcto entre como desarrollarlo y preservarlo.

 

        

         LA psicología es una ciencia que trata de la naturaleza humana, tendencias, inclinaciones y puntos de vista del ser humano. Cuanto más el hombre penetra en la parte más profunda de esa ciencia, más comprensible y más clara se torna la vida. La palabra psicología que estoy usando aquí no es lo que en general se comprende, esto es, una rama de la ciencia. Cuando escribo sobre psicología me estoy refiriendo al punto de vista de los pensadores, a la manera en que el sabio se enfrenta a la vida, al modo de ser del meditador, a las ideas de los que conocen la vida en su plenitud. Es interesante notar que, cuanto más nos familiarizarmos con la psicología, más comenzamos a ver que lo meditativo tiene su lado irreflexivo, que el sabio tiene su lado bufonesco, que el sobrio tiene su intoxicación y el fuerte su debilidad.

 

         Uno de los aspectos más importantes de la psicología es la actitud de la mente. La mente del hombre asume una cierta actitud y ve al mundo entero bajo ese punto de vista. Si tiene miedos, dudas o sospechas, su actitud revela todo eso. Teme, duda y sospecha de todo. Una persona nunca sabe cuando modifica su comportamiento. La vida es una intoxicación. La actitud de una persona está siempre de acuerdo con la manera con la que se enfrenta a la vida. Puede ser ese hombre meditativo, sabio, tener cualificaciones y ser muy instruído, pero tras estos hechos está el miedo, la duda y la sospecha. Ve al mundo bajo ese prisma y quiere probarse a sí mismo la verdad de aquello que oculta detrás de su mente. Eso no quiere decir que cosas y personas sean aquello que pensamos cuando tenemos miedo. Lo que ocurre en primer lugar es que la sombra de la mente del hombre que tiene este tipo de pensamiento, cae sobre cosas y personas. La acción de la sombra proyectada por él lo convence y da exactitud a sus dudas, da verdad a sus sospechas y realidad a su miedo. En otras palabras, la duda, la sospecha y el miedo se transforman en entidades reales para él.

 

         Hay una historia sobre un drogadicto que no deja de ser divertida. Estaba en un estado entre despierto y dormido, tumbado sobre el césped con un sombrero colocado sobre las rodillas. Y comenzó a pensar: “Y si apareciera ahora un ladrón, ¿qué haría?” Mal acabó de pensar cuando vio a un ladrón ante él. Cogió un palo y golpeó con fuerza al ratero. En esto despertó completamente y exclamó: “¡Muy bien, me quisistes atacar y yo he reaccionado defendiéndome!” Pero no había ningún ladrón. Lo que vio fue el sombrero sobre las rodillas que le había dado la impresión de ser un bulto, un ladrón, ya que su mente estaba centrada en alguien que le iba a robar. Cuando levantó el palo con cautela y dio el golpe, jamás pudo imaginar que se estaba dando un palo a sí mismo. En aquel momento lo que había era miedo a un ladrón y por eso una lucha y una confusión. Todo eso es lo que era. Sólo un hombre en su mente.

 

         Así es la vida del hombre. La existencia es narcotizante como el opio. Las profundas impresiones de miedo, duda y sospechas, de conceptos previos, desconfianzas, se apoderan de él. Cuando esas impresiones son proyectadas en los demás, hacen que el hombre vea en ellos lo que está oculto en el fondo de su corazón.

 

         Cuando nos confiamos, pensamos que todo lo que los demás hacen es falso. Si tuviéramos que luchar con todas las personas que ensombrecen nuestros pensamientos, esa lucha no tendría fin. Atraemos con esta actitud toda suerte de males y sentimos miedo de nuestros propios miedos. Esto pasa en tantos casos que podría decirse que sólo una entre cien personas está libre de eso. Si nos curásemos de estas impresiones, porque son impresiones, modificaríamos las circunstancias de nuestras vidas en el plano exterior, aún sin cambios internos. Así, pues, basta cambiar dentro de nosotros para hacer otras las circunstancias exteriores. Podemos transformar en amigos a cosas y personas que tememos. Después de que la sospecha haya sido apartada de nuestra mente, nunca volveremos a sospechar de nadie.

 

         Pero eso no quiere decir que confiar en todos sea una gran virtud. Si hiciéramos eso, habría el riesgo de ser responsables por todas las personas, lo que sería asumir un gran compromiso. Dice el sabio: “Amarra tu caballo a un árbol y después confía en Dios”. Confiar o no confiar, dos actitudes diferentes, dependen de nuestra maestría. Durante nuestra existencia acumulamos gradualmente muchas experiencias y ellas nos enseñan en qué debemos o no confiar. No hay duda de que existen personas que desconfían de todo el mundo, pero no es normal, es una enfermedad.

 

         Hay otro aspecto de la psicología de gran importancia, y es cuando una persona dice: “Yo me siento así y no lo puedo evitar”. O, “yo pienso de esta manera y no puedo dejar de hacerlo”. En realidad, no son así las cosas. El hombre es dueño de sus pensamientos y maestro de sus sentimientos. Nadie piensa o siente a menos que quiera pensar o sentir. Cuando alguien dice: “no puedo evitar que este pensamiento venga a mi mente” se hace esclavo de ese pensamiento. Al revés de ser dueño de su mente, la mente es dueña de su persona. Ahí existe una especie de pobreza e impotencia que es mayor que cualquier cosa en el mundo. Algunas personas llegan a ser tan negativas que el pensamiento de otro pasa a trabajar en su mente, el pensamiento o el sentimiento de alguien que conoce y hasta de desconocidos. Su negatividad permite a otros trabajar sus mentes y no consiguen distinguir entre sus pensamientos y sentimientos y los pensamientos y sentimientos de otros. Desciende grados en el estado normal de su propia mente y es como un desamparado ante todo en el mundo. Por tanto, la gran maestría es colocarnos ante nuestra mente y hacerla pensar lo que queremos que ella piense y hacerla sentir lo que deseamos sienta.

 

         Otra orientación más de la psicología se refiere a la sugestión inconsciente contra nuestros deseos. Por ejemplo, cuando una persona dice: “Estoy viendo que llevo una actitud equivocada” y no hace nada contra eso. Se trata de una actitud personal y está en manos de esa persona corregirla, pero ella nada más hace que observar y decir: “Estoy equivocado y he de cambiar”. Si lo sabe, ¿por qué no la corrige? Significa que esta persona se sugiere a sí misma el error de su actitud y no hace nada para cambiarla. Es impotente ante el cambio que precisa. Cuando alguien nos dice que desearía ser nuestro amigo pero que no tiene otro remedio que actuar negativamente con respecto a nosotros, esa es la mayor impotencia en la vida del hombre. El que acepta un sentimiento contrario a sus deseos, se envenena y actúa contra su felicidad.

 

         Aunque el hombre tenga conocimientos sobre ciencia, arte o filosofía, si no lleva en consideración estos simples aspectos de la psicología, permitirá que su mente le cause muchas enfermedades que no pueden ser curadas con medicinas, por vía externa. Nuestra actitud con respecto a la enfermedad es la de resignarnos con las dolencias que vienen del pasado, pero que debemos evitar las que nos traiga el futuro. Si pensamos que algo bueno llega a nuestro camino, debemos decir que se aproxima cada vez más, pero si es algo que no deseamos, debemos decir que eso nunca puede llegarnos.

 

         La mente puede ser entrenada si la consideramos una entidad separada, si la vigilamos y disciplinamos. Está el espíritu y hay una mente. Miremos la mente y pensemos: “Yo soy espíritu, mi mente está ante mí”. Después analizaremos su contenido, hablemos con ella como una entidad separada. La respuesta llegará. Hasta los animales pueden ser entrenados. ¿Por qué la mente humana no puede serlo? No queremos hacer esfuerzo alguno con el cerebro. La pereza puede aumentar y acabar por no querer trabajar más con nuestra persona. Comienza el egoísmo. No  queremos pensar más en los otros y terminamos no queriendo pensar más en nosotros mismos.

 

         Podemos entrenar nuestra mente, conforme sus condiciones. No es que seamos mejores instructores que nadie. Pero somos los mejores en ese adiestramiento propio, más que cualquier otra persona en el mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         LA naturaleza es innata, el carácter es construído y la personalidad es desarrollada. Si así es la naturaleza, entonces no es sencillo cambiar la manera genética de ser de alguien. No puede un perro tornarse un caballo, ni un gato una vaca.

 

         Es fácil hablar de igualdad, fácil considerar las clases sociales bajo excelentes puntos de vista. Y, también, fácil hablar sobre principios morales maravillosos, pero si vemos la diferencia que existe entre un alma y otra, que algunas veces es tan grande como la distancia entre el cielo y la tierra, quedamos desanimados ante naturalezas que no pueden ser cambiadas.

 

         ¿De dónde viene la naturaleza del hombre? ¿De qué está hecha? ¿Cómo una persona la recibe? La naturaleza humana viene de aquello que el alma ha tomado prestado. No es el ser del alma, es aquello que el alma ha tomado para sí propia; de la manera como la inocencia en una persona demuestra una naturaleza angelical, también la inteligencia muestra la naturaleza del genio o demonio y buenas o malas maneras o actitudes muestran la naturaleza de cada ser.

 

         Todos traemos a la tierra cierta naturaleza y no es fácil liberarse de ella. Además, la naturaleza del hombre es heredada de sus padres biológicos; abuelos, bisabuelos, o tal vez de más de seis generaciones anteriores. Hay una parte de esa naturaleza que existe en cada uno y nada ganaremos con negarlo.

 

         Cuando los que son pacíficos, calmos, piensan que otra persona activa y entusiasta debe ser también pacífica, cuando los silenciosos piensan que otra persona impulsiva debe ser tan calmo como ellos, esto es del todo imposible. El modesto no puede ser orgulloso, ni el soberbio modesto. Toda alma tiene su naturaleza y si alguien intenta enterrarla, a pesar de que esté cubierta durante un tiempo, basta cavar un poco para que aparezca. Cualquier persona puede escarbar y encontrar lo que se esconde debajo.

 

         Algunos muestran su naturaleza exteriormente, otros la cubren bajo lo que llamamos carácter. Pero el carácter es algo diferente. La naturaleza es como la luz y el carácter es como el globo donde la luz está. La luz puede parecer del mismo color que el globo, pero la luz es principal. Será brillante o difusa, de acuerdo con su potencia. Esa es su naturaleza, lo que la cubre es su carácter.

 

         Alguien se puede preguntar cómo se construye el carácter. Se hace por los hábitos que practicamos desde nuestra infancia. Así como el hábito se instala en la persona, del mismo modo el carácter es moldeado. Si el hábito es el de contestarlo todo, interferir, ser curioso, sarcástico o irónico, o si el de ser respetuoso, amable, humilde o modesto, de acuerdo con estas cualidades se moldea el carácter. Es como la luz eléctrica que vemos en una casa modesta o en un gran palacio. ¿Cuál es la diferencia? No es la diferencia  de la luz. Puede ser su intensidad, pero generalmente la diferencia es el globo que la contiene. Lo mismo es un bello carácter: cambia totalmente a la persona y así lo llamamos carácter noble o cualquier otra cosa, de acuerdo con la cualidad que lo cubre.

 

         Cuando formamos un hábito nunca pensamos sobre él. Si es indeseable, no pensamos que tiene importancia, que no significa nada, que ha habido un poco de libertad para ser nosotros mismos. Y así desarrollamos hábitos que serán nuestros enemigos. Es como encontrar un pequeño agujero en los pantalones y pensar que no hay que remendarlos. Un agujero tan pequeño nadie lo va a notar y hasta puede ser gracioso. Pero no se piensa que el roto aumentará, se hará mayor, hasta que todos lo verán.

 

         Otra cosa es que si alguien comienza a desarrollar un hábito no deseable, puedan haber personas que no lo mencionen porque son amables. Y así el individuo sigue con el hábito, creyendo que todo va bien, porque nadie dice nada. Además, hay  gente que acogen los hábitos indeseables. Aquellos que comienzan a beber o fumar, encuentran a muchos que los acogerán en su medio, lo mismo que el viciado en el juego encontrará simpatizantes que lo animarán a continuar.

 

         Sea cual fuere el camino que un hombre siga, él será animado por otros para seguirlo. Naturalmente, si el hombre no tiene cuidado por dónde va, puede terminar en cualquier sitio. Puede caer en un hoyo y nadie va a sacarlo de donde ha caído. Cuanto más hondo cae, menos personas mirarán para él, porque consciente o inconscientemente todos están buscando a alguien que esté subiendo. Nadie está ansioso por asociarse con un perdedor. Aún el mejor de los amigos un día lo abandona. Por todo ello, estudiar el misterio del carácter, pensar sobre él y construírlo es el primer propósito de la vida, la principal educación.

 

 

 

 

         LA  personalidad es la perfección del carácter. La personalidad es como el tallado de una joya; cuando el carácter está totalmente pulido es como un diamante. Mientras la personalidad no esté desarrollada, por más bondad y virtud que posea la persona, ella es como un diamante en bruto. Personalidad es armonía de la naturaleza y del carácter. Cuando la naturaleza se armoniza con el carácter, cuando no hay conflicto entre los dos, nace la personalidad. Esta también tiene influencia en otros planos, como lo tiene el carácter y la naturaleza. La vida de la humanidad no es sólamente naturaleza, es un arte, el arte de perfeccionar lo natural. A través del arte, Dios termina su creación. Por eso, la formación del carácter y el desarrollo de la personalidad son un arte.

 

         Es natural que un hombre que va a una cueva en la montaña o en el bosque, diga que no se cuida de desarrollar carácter y personalidad. Está seguro de que estando allí no le servirá de mucho. No necesita cambiar nada, puede vivir como los árboles y las plantas. Pero si ha de vivir en medio de la multitud, en este mundo artificial, entonces debe conocer el arte de desarrollar el carácter y cómo crear belleza en la vida.

 

         Entre todas las Escuelas de Misterios, la Sufi es la que más se ha preocupado con el desarrollo de la personalidad. Dice: “Para adorar a Dios fueron creados los ángeles; para comer, beber y dormir, fueron creados los animales. ¿Para qué fue creado el hombre? El hombre fue creado para evolucionar en una persona, para que sea imagen de Dios”. Imagen en esta frase significa espíritu de Dios, tendencia de Dios, perspectiva de Dios, naturaleza de Dios, significa que existe en el hombre la naturaleza divina y sólamente él puede desarrollarla. Cuando esa naturaleza evoluciona, entonces la personalidad se transmuta en un fenómeno; tal personalidad esparce armonía, paz, atención y respeto.

 

         ¿Cómo entonces los Sufís ayudaron a sus alumnos a desarrollar sus personalidades? ¿Diciéndoles que esto es verdadero y aquello es falso, que esto es bueno y lo otro es malo, lo que debe o no hacer? No. Fue estableciendo una corriente de simpatía, a través de la cual el espíritu del maestro es reflejado en los discípulos y estos alumnos comienzan a dar muestras de su educador en sus pensamientos, en su modo de hablar, en sus acciones.

 

         Este entrenamiento fue considerado de más valor en todas las épocas, algo que no es dado con palabras. Colocar los sentimientos en las expresiones es el mayor dolor para las almas que viven en otra dimensión del espíritu. Las almas sutiles nunca dicen cosas que no se deben decir: hablar no es su deseo. El discípulo tiene que captar, sentir, lo que el profesor desea transmitir, lo que el maestro siente, cómo puede estar contento o qué le puede hacer sentirse incómodo. Si el maestro tiene que descender tan bajo, como tener que decir las cosas con palabras, esto significa que no hay establecida ninguna corriente. Tenemos una diferencia de tres letras entre merecimiento y desmerecimiento.

 

         Además, no es responsabilidad del profesor hacer del discípulo un ocultista, un medium o un hombre de poder. Esto no significa que él no pueda ser poderoso, pero la responsabilidad del maestro es desarrollar la personalidad del discípulo para que pueda reflejar a Dios, mostrar las cualidades de Dios y cuando esto sea conseguido, el trabajo estará terminado. Entonces sólo puede rezar por el bienestar de su alumno.

 

         Si una persona no desea desarrollar su personalidad, no podrá hacerlo con su carácter, ni podrá avanzar en nada. Pero debe intentar siempre encontrar el camino más corto y este no se hallará sin la evolución del ser.

 

         Hay personas que demuestran tener una tendencia y naturaleza maravillosa, pero nada de ideales espirituales. Pero están en el camino, y la prueba es que muestran un bello carácter en su naturaleza. Todas las enseñanzas dadas para decir y repetir: “Yo soy Dios”, son enseñanzas insolentes. Cristo no enseñó tales cosas. Léase la Biblia. Todo propósito de santificarse o santificar a otros, es pura osadía. Léase la Biblia. Lo que Cristo enseñó fue: “construid vuestra personalidad como ella debe ser, no seáis esclavos de la naturaleza con la cual vinisteis, ni del carácter que habéis formado en vuestras existencias, pero podéis mostrar la personalidad divina y tomar el propósito para el cual vinisteis a la tierra”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         UNA vida regular, una dieta pura, un buen sueño, equilibrio entre actividad y reposo y una respiración perfecta, ayuda a mantener la salud; pero la mejor medicina para la curación de todas las molestias y enfermedades mentales, es la fe.

 

         Muchos piensan que tienen fe, pero pocos son los que la tienen. La fe de muchos es como lo que oigo decir: “Yo creo, quiera Dios fortalecer mi creencia”. Es una afirmación sin sentido. Si una persona dice: “Yo creo”, eso no quiere decir que ella crea, pues cuando la creencia es perfecta, se torna fe. ¿Qué dice Jesucristo sobre la fe? Dice: “La fe mueve montañas”. No hay duda de que los sacerdotes hablan de tener fe en la Iglesia o en la Biblia, pero ese no es el verdadero significado de la fe. Ella es el florecimiento de todas las dudas, las creencias, y cuando alcanza ese punto crece como una planta.

 

         La curación se da por la fe, sea repentina o sea cual fuere la naturaleza del caso, es siempre la misma cosa. Si la fe es grande, el tiempo de cambio también lo es. Sin fe nada nos puede ayudar. Este es el primer medicamento y todo lo demás llega a continuación. Nuestros fracasos, tristezas, dificultades en la vida, tienen como causa nuestra falta de fe. Enfermedad significa falta de fe. Además de todas las evidencias, cualquier molestia tiene este signo. Cuando alguien dice: “Estoy luchando contra mi enfermedad”, está significando “mi imaginación lucha contra mi fe”. Luchamos contra algo que afirmamos existe. La fuerza con la cual deseamos eliminar la molestia es mucho mayor que la fe en que ha de marchar. Luchamos contra cosas de las que afirmamos su existencia.

 

         Hay personas que piensan que jamás incurrirán en el error de creer en una cosa de la que no tienen prueba alguna de su existencia y opinan que eso es inteligente. Así podemos probar las profundidades de la vida, de ilusión en ilusión, sin tener nunca una idea segura de la verdad. ¿Cómo fíarnos de pruebas que están sujetas a cambio? No es la evidencia la que nos da la fe y si es así, esa fe no durará mucho tiempo, porque las pruebas no son persistentes. La fe que se pone por encima de las evidencias, es aquella que se prueba como fe.

 

         Hay personas que consideramos viven en “las nubes”, pero que han probado que su vida es un acto de fe. Se cuenta de un mahometano que iba a la Meca en peregrinación. Un derviche estaba sentado en la orilla del camino. Deseando homenajear a este hombre espiritual, el peregrino se sentó a su lado para recibir su bendición. “¿A dónde vas?”, preguntó el derviche. “A la Meca”, respondió el viajero. “¿A negocios?”, volvió a preguntar el derviche. El hombre quedó admirado y dijo: “No, voy en peregrinación”. Dijo el derviche: “¿En peregrinación? ¿Qué es lo que haces en esa peregrinación?” El viajero le explicó: “Camino alrededor de la piedra sagrada de la Kaaba”. Y el derviche le dijo sonriendo: “Tú no necesitas ir tan lejos para esa peregrinación. Si dieras vuelta alrededor de mi y regresas, estará cumplida tu peregrinación”. Dijo el peregrino: “Si, creo en esto”. Dio vueltas alrededor del hombre, regresó a casa y cuando la gente le preguntaba: “¿Hiciste una peregrinación a la Kaaba?”, él respondía: “Si, hice una peregrinación a una Kaaba viva”.

 

         La fe no es imaginación, es un milagro en sí, porque la fe es creadora. Por ejemplo: sabe una persona que cien céntimos hacen una peseta y todos sabemos eso, porque hay una prueba. No necesita ir lejos para probarlo, basta tener dinero o ir a un Banco para su demostración. Pero es difícil la fe cuando no hay pruebas. Es como construir un castillo en el aire, pero ese castillo puede transformarse en un paraíso.

 

         Si una persona tiene fe en lo que no existe, la fe lo hace existente. Si hubiera un estado en que la persona tenga la seguridad que está en él, ese estado será creado. La diferencia entre la mente del creyente y la del excéptico es la siguiente: la mente del creyente se parece a un faro y la mente del incrédulo a una lámpara cubierta bajo alguna tela que no deja esparcir la luz.

 

         Muchas veces el hombre tiene miedo de perder el sentido común. Le gustaría más ser vulgar que fuera de serie. Teme perderse a sí mismo, pero no sabe que eso quiere decir ganarse a sí mismo. Alguien dice: “Pensar en estas cosas es lo mismo que moverse en el aire”, pero si no estuviéramos en el aire, ¿qué sería de nosotros? El aire es la sustancia en la que vivimos, más importante que el alimento y el agua. La fe, por tanto, es el alimento del creyente, la sustancia de su fe. De la fe vive el hombre espiritual, no del alimento y del agua.

 

         La fe es tan sagrada que no puede ser dada, tiene que ser descubierta dentro de cada persona, pero no existe nadie sin fe, sólo que la fe está cubierta en algunas personas. Y, ¿qué es lo que encubre? Una visión pesimista de la vida. El hombre puede luchar en el mundo entero, pero no puede luchar consigo mismo, ni puede hacer desaparecer sus propias dudas. Quien lo hace realizó algo grande en su vida.

 

         Dios es amor. ¿Qué esperamos del amor? Gracia. La gracia de Dios es el amor de Dios manifestándose en bendiciones conocidas y desconocidas. Los seres humanos viven sobre la tierra en sus caparazones, las más de las veces sin percibir los previlegios de la vida y, sin agradecerlo a la Vida. Hemos de abrir los ojos, levantar la cabeza del pequeño mundo que hemos creado y ver en todas direcciones la gracia de Dios llegando en abundancia hasta nosotros. Pero si miramos dentro de nuestras conchas, no encontraremos la gracia de Dios, sino miserias, perturbaciones, dificultades, injusticias, dureza de corazón, frialdad del mundo, por todas partes encontraremos fealdad, porque si alguien lanza los ojos hacia abajo ve el barro, pero mirar hacia arriba es ver las estrellas. Depende de nuestra manera de mirar. ¿Qué es este mundo perecedero? ¿Qué es la existencia mortal? ¿Qué es esta vida de cambios, mutaciones? Si no fuese por la fe, ¿de qué serviría todo esto?  No hay nada que sea fijo, no te puedes fiar de nada, la materia está sujeta a destrucción.

 

         No es solamente por amor a la verdad, sino por la propia vida, que una persona debe descubrir la fe dentro de sí misma, desarrollarla, alimentarla, permitir su crecimiento en cada momento de su vida y que pueda culminar en la fe. Esta fe en la que está el misterio de la vida y el secreto de la salvación.

 

 

 

 

 

 

 

 

                            Estas reflexiones fueron terminadas en Llubí (Mallorca),

                            el día 12 de Agosto de 1.998.

 

 

 

 

 

 

 

 

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